El orgullo y el pundonor no son negociables, o no deberían serlo. Ni siquiera cuando se llevan dos meses, cerca de tres, sin cobrar las nóminas. Es comprensible que un trabajador no rinda a su máximo nivel si su empresa no le abona su sueldo, pero no es menos cierto que, con excepciones, los jugadores son privilegiados a nivel laboral.

Al contrario de lo que demostraron hace una semana ante el Lugo, ayer, en el Carlos Tartiere, los jugadores del Córdoba sí derrocharon coraje y esfuerzo. Tanto es así que hasta tres futbolistas sufrieron problemas físicos de importancia. Jaime Romero, Piovaccari -que sustituyó al manchego- y Alfaro -el onubense finalizó el partido cojeando- ejemplificaron que, esta vez sí, se peleó y se corrió hasta el final. Posiblemente el futbolista que mejor demostró esa brega que en tantas ocasiones se ha pedido en vano fue Piovaccari. Hasta su salida al campo en el minuto 28 el Córdoba fue un pelele en manos del Oviedo. La afición local, de hecho, celebraba por aquel entonces las jugadas de su equipo con una algarabía del que cree que se va a conseguir una goleada sencilla. Con el recuerdo del 0-4 que su rival blanquiverde había encajado una semana antes era lógica la felicidad carbayona.

La brega de Piovaccari

Pero Piovaccari revolucionó el partido. Federico, un futbolista de 34 años que es el máximo goleador del Córdoba. Un delantero que se vino en coche desde Italia para cobrar el mínimo profesional, porque estaba en el paro. Que se ha recorrido el país transalpino de equipo en equipo, ha jugado en la Primera española con el Éibar y en la Liga de Campeones con el Steaua rumano. Un jornalero del fútbol que ayer sacó la azada y demostró a propios y extraños, a compañeros y rivales, lo que se debe hacer en situaciones límite. Arrimar el hombro, ir a cada balón y fundir todas las energías que se tienen hasta que, menos de 50 minutos después de salir al campo y tras anotar un gol y disponer de tres ocasiones claras más, pedir el relevo.

Pero no fue el único del que se pueden extraer conclusiones positivas, a falta de una victoria que habría hecho creer que la permanencia, si no posible, podía ser al menos peleable. Hay que destacar la actuación de Alfaro, no tanto por su aportación en el campo -no pudo aportar el trabajo en la resta que habría querido- como por su lucha pese al cansancio y las molestias físicas. Acabó el partido muy justito, cojeando ostensiblemente y esperando un cambio que no llegó. Alfaro marcó el empate a dos y finalizó el choque subiendo al área del Oviedo sin fuerzas pero con espíritu.

El mismo ánimo que tiene Andrés Martín, que a base de goles se encarga de confirmar que es el futbolista al que el Córdoba debe encomendarse en el próximo mercado veraniego. Su gol de volea sin dejar que la pelota cayese supuso el 3-3 e hizo saltar de alegría al único aficionado del Córdoba en la zona visitante del Carlos Tartiere, el peñista de Cordobamanía Javi Jiménez, que recorrió más de 1.600 kilómetros por carretera, ida y vuelta.

El Córdoba demostró que, cuando se pelea, se corre y se trabaja, todo es posible. Lástima que ello no ocurriera en varios, en demasiados partidos de esta temporada.