Hay errores que se repiten y algunos de los que no se termina de aprender. El pasado sábado el Córdoba cayó de forma contundente y con justicia ante el Málaga en La Rosaleda. Tres goles encajaron los blanquiverdes, que suman 13 en contra en los cinco primeros partidos de la temporada. Si ante el Numancia y el Oviedo el equipo de Sandoval vio puerta, ahora los problemas no vienen solo de la endeblez defensiva, sino también de la falta absoluta de gol. Ni ante el Albacete, ni en casa frente al Alcorcón ni en La Rosaleda logró el Córdoba perforar la portería rival.

En el partido ante el Málaga el Córdoba solo se encontró en los 15 primeros minutos, cuando Adrián aprovechó un clamoroso fallo en la zaga del Córdoba para marcar el primero de los blanquiazules, en un saque de banda donde las marcas fallaron. De ahí hasta el final los blanquiverdes lo intentaron pero siempre a trompicones y con un juego muy vertical. Un 67% de posesión no dice nada si solo se tira dos veces a puerta y se provocan tres saques de esquina. Con el 33% restante el Málaga disparó 15 veces, seis de ellas entre los tres palos, y anotó tres goles.

El Córdoba adolece de una falta de trabajo preocupante, por más que algunos traten de maquillarlo. El centro del campo elegido frente al Málaga no consiguió transformar el manoseo de balón en creación de fútbol. Vallejo dio un paso atrás después de firmar un buen partido ante el Alcorcón. Blati Touré no fue ni la sombra del que maravilló ante los catalanes -en una semana ha acumulado un partido con la selección, viaje de Mauritania a España y dos partidos con el Córdoba- y Alfaro pasó de improviso. Se enfadó el onubense cuando fue retirado del campo, pero la decisión -esta sí- fue correcta por parte de Sandoval.

El de Humanes tiene muchas, muchísimas cosas que corregir de aquí al próximo sábado, cuando el Córdoba recibe al Tenerife. Con solo dos puntos en el casillero, cinco goles a favor y 13 en contra, este equipo necesita de más trabajo en defensa, mejores alternativas en el centro del campo, más capacidad ofensiva y, por qué no decirlo, de más intensidad. Y el reloj corre en contra.