Como apunta cada vez que tiene ocasión el imprescindible Alfonso Alcántara (@yoriento), motivación no es tener ánimo sino tener motivos. El ánimo solo cambia tus emociones, mientras la motivación cambia tu comportamiento y tu vida. El Córdoba CF tiene un motivo poderoso: necesita salir de la Segunda División B, una categoría que puede terminar destruyendo a un club como una plaga de termitas si uno no huye de ahí a tiempo. ¿Qué está dispuesto a hacer? Si es lo que se vio en el campo Ramón Blanco de la Ciudad Deportiva El Rosal ante el filial del Cádiz, pues parece evidente que no le va a bastar. Sí para dar una respuesta a la altura de su desafío espera a estar animado puede que sea tarde o que le ocurra lo que sucedió ante la joven escuadra amarilla: que se fue con un empate que le sabe a poco en la clasificación y que deja preguntas incómodas en el aire para el cordobesismo. Arnau dio por "muy bueno" el empate. Hay que lanzarse mensajes positivos, que remedio.

No debe ser fácil estimularse en un escenario que se aleja bastante de aquellos en los que los principales referentes del equipo blanquiverde han desempeñado sus labores profesionales en los últimos tiempos. Una ciudad deportiva con una grada pequeña, un molesto aire y un horario matinal que forzó a madrugar antes de coger el autobús. Esto es lo que hay y con lo que hay que lidiar. Si no les gusta, ya saben lo que tienen que hacer.

El Córdoba se fue de Cádiz con un punto que le mantiene en la pelea por el play off y le consolida entre los primeros, aunque Cartagena y Marbella le quedan algo lejos. La impresión es que los de Agné -que lo vio desde la grada, por sanción- se quedaron a medias, sin exprimir todo el potencial que tienen. Ya fuera por culpa de la fogosidad del adversario -para los rivales, el enfrentamiento con el Córdoba suele ser el partido del año-, por el viento de Levante -como apuntó el entrenador ocasional-, por la fantasmagórica actuación de Piovaccari, por los costurones en defensa o por todo junto, lo cierto es que el Córdoba perdió una oportunidad.

Cogió su puntito, intercambió aplausos con sus aficionados -benditos sean los seguidores blanquiverdes- y regresó a casa. Ahora tiene dos citas en El Arcángel en las que debe acumular méritos -y puntos- para dejar de disputar partidos en campos en los que el portero rival aprovecha para orinar detrás de un árbol mientras el juego está detenido.