CÓRDOBA: Saizar; Fernández, Kiko, Alberto Aguilar, Fuentes; López Garai; Dubarbier, Caballero, López Silva (Pedro, m. 86), Fede (Abel Gómez, m. 77); Patiño (Rennella, m. 72).

REAL SOCIEDAD: Zubikarai; Estrada, Ansotegi, Mikel González, José Ángel; Ros, Rubén Pardo (Vela, m. 71), Illarramendi (Markel Vergara, m. 66); Xabi Prieto, "Chory" Castro; Ifrán (Agirretxe, m.79).

GOLES: 1-0, m. 42: Patiño; 2-0, m. 76: Rennella (penalti).

ÁRBITRO: José Luis González González (Comité Castellano-Leonés), que amonestó al donostiarra Ansotegi y Markel Vergara.

INCIDENCIAS: Ida de los dieciseisavos de final de la Copa del Rey. El Arcángel. 15.790 espectadores.

LA CRÓNICA

El primer objetivo de la temporada está rozándose con las puntas de los dedos. El Córdoba dio anoche un paso firme, convincente en el fondo y en la forma, en el resultado y en la manera de obtenerlo, para acceder a la ronda de octavos de final de la Copa del Rey en donde le esperará el FC Barcelona, que no visita la ciudad en competición oficial desde hace más de 40 años.

Y al César lo que es del César. La evolución de este equipo abarca a todo y a todos. Si en Sabadell se señaló como un error de calibración entregar la posesión al enemigo durante casi una hora, el Córdoba se quitó anoche todas esas pequeñas dudas, esos hilillos de chapapote que de vez en cuando muestra y que actúan como engrudo, dificultando movimientos y/o circulación de balón. Anoche, ante un estadio abarrotado (nadie se cree la cifra de 15.790 espectadores), el Córdoba dejó satisfechos a todos más allá del resultado que, por cierto, vale su peso en oro. Sobre todo por una primera parte primorosa, con fútbol convincente.

Los blanquiverdes tuvieron una puesta en escena espectacular, acogotando al enemigo desde el primer minuto y con Caballero como oficial de máquinas. El madrileño ha dejado claro que el equipo es muy diferente con él sobre el campo, siendo el principal responsable para mantener la posesión en balones que robaba el equipo con una presión asfixiante en la línea de tres cuartos y con López Garai guardándole la espalda con solvencia.

Balón que daba a un amigo, jugada que seguía el 21 del Córdoba, ofreciendo alternativas de pase y buscando, en caso de recibir el esférico, opciones para hacer pupa a una Real Sociedad que se vio sorprendida en unos primeros 25 minutos primorosos por parte de los locales. Porque a Caballero le acompañaron, principalmente, Sebastián Dubarbier, Fede Vico y Javier Patiño.

El argentino fue un castigo para Estrada durante el primer acto principalmente, ya que se empeñaba en asociarse con todo el que vistiera de blanco y verde, incluido Fuentes. Así, en el minuto 2 ejecutó una dejada a Fede Vico que éste no logró engatillar. En el 10, combinaba con su lateral zurdo para que el de La Fuensanta pasara raso, de nuevo a Vico, impedido por un central realista para poder rematar con comodidad. Incluso antes de la media hora también lo intentó de falta directa, que obligó a Zubikarai a intervenir con contundencia para evitar el primer gol de los locales.

Por su parte, el joven canterano mostró un puntito más de maduración. Parece haber aprendido cuándo toca combinar con compañeros y cuándo tener entre ceja y ceja el marco contrario. Y anoche, con salvadades lógicas, lo consiguió casi de manera plena. De hecho, el primer gol cordobesista vino de un disparo suyo que quedó demasiado corto pero que se encontró con un Patiño muy encendido que la tocó lo justo para que el portero donostiarra solo pudiera hacer la estatua, lo que lleva a remarcar el encuentro realizado por el hispano-filipino. Y el segundo vino como consecuencia de un penalti cometido por Ansotegi tras una internada suya en el área txuri urdin . Fede Vico cuajó anoche su mejor partido con el primer equipo y no tanto por su intervención en los dos goles como por el futbolista que mostró ser.

Paréntesis con Patiño. Con bandas profundas y que crean desequilibrios en el sistema defensivo rival sigue siendo un delantero más que válido para este Córdoba, sobre todo si se añade un mediocentro creador y con llegada. Como punta aislado en un dibujo excesivamente rígido y sin creatividad en la medular se convierte en el islote Perejil. Está ahí, sí, pero no sirve para nada.

Con el balón en juego, el Córdoba solo le permitió a la Real en esos primeros 45 minutos un disparo raso y muy desviado de Chori Castro (min. 22) y un mano a mano de Ifrán ante Saizar en dudoso fuera de juego que el portero blanquiverde desbarató. Fue una fase en la que los visitantes intentaron mostrar los dientes, recordar a los locales que eran el equipo de Primera. Pero el Córdoba no se dejó amedrentar y se rehízo a lomos de sus hombres de calidad. La culminación llegó justo en el mejor momento, cuando el intermedio asomaba en el horizonte.

Así, los blanquiverdes no se encontraron con el escenario soñado, no. Es que lo buscaron y pusieron todo lo que tenían para que ese escenario tuviera hasta el más mínimo detalle, incluido ese gol de Patiño. De ahí que el resultado al descanso fuera amén de lógico, algo corto visto el fútbol ofrecido por unos y otros.

Posiblemente, el campo de batalla que se planteaba en la segunda mitad para el Córdoba era uno de los mejores que se podían plantear en su imaginario inicial. El 1-0 podía generar alguna duda en el enemigo, que podía verse obligado a tener el balón y buscar la igualada. Como mal menor, la derrota por la mínima. Y así salieron ambos contendientes. La Real Sociedad tomó la iniciativa en la refriega pero no tenía pólvora. O el Córdoba no le dejaba usarla. El equipo de Montanier buscaba el camino hacia el arco de Saizar pero no hubo manera por más que los donostiarras tocaban balón y que Chori Castro buscara poner en dificultades al conjunto blanquiverde.

Solo hubo dos salvedades al equipo de Berges anoche. La primera, un López Silva desdibujado, gris, muy sometido al actuar en una banda en la que no se encuentra a gusto. La segunda, más táctica, los balones por alto y, por extensión, las salidas después de los saques de esquina enemigos. En esa segunda mitad todo se suavizó, en todo caso. El Córdoba recuperaba el balón y no porfiaba por la puerta de Zubikarai, priorizaba la posesión, eliminar el posible peligro rival intentando quitarle el balón el mayor tiempo posible. Y para cerrar la faena, rematar la actuación y desequilibrar ligeramente la eliminatoria a su favor, esto es, buscar ese segundo gol, los blanquiverdes volvieron a entregarse principalmente a Caballero, Dubarbier y Fede Vico. El canterano recibió un balón del madrileño en el borde del área, se introdujo en la misma y González González pitó penalti de Ansotegi, que le venía agarrando, todo hay que decirlo, desde su casa. Rennella le dijo a sus compañeros que lo tiraba él, asumiendo toda la responsabilidad. El franco-italiano, pausado, lo tiró raso y escorado a la izquierda de Zubikarai, que se lanzó al palo opuesto. El Córdoba ponía el resultado muy a favor en la eliminatoria y lo mejor de todo es que seguía bloqueando al enemigo. La Real Sociedad se vio incapacitada durante todo el encuentro para meter miedo a los locales, salvo chispazos aislados de Chori o Ifrán.

Al final, explosión de júbilo y la mejor sensación que dejó la fiesta es que por encima de disensiones, de individualidades deportivas que han estado, que están y que a buen seguro estarán y por encima de peleas o líos institucionales, superando vídeos que gusten a unos o molesten a otros... Queda el fútbol, la única verdad cierta y pegamento con el que casi dos decenas de millares de almas en El Arcángel salieron por las puertas anoche exclamando: este equipo, este Córdoba sí que mola.