Cuando Alan Kennedy, un lateral izquierdo de espíritu ofensivo llegado del Newcastle, hizo en 1978 su debut como jugador del Liverpool, en un partido contra el Queens Park Rangers, su actuación fue tan calamitosa que, en el descanso, el legendario entrenador de los 'reds' Bob Paisley se dirigió a él y le dijo: "Creo que dispararon al Kennedy equivocado". Tres años después, convertido en un fijo en las alineaciones de Paisley, el defensa entró en la gran historia del Liverpool al marcar en el minuto 82 el gol que dio al club su tercera Copa de Europa. Enfrente estaba el Real Madrid. Desde aquel día, 27 de mayo de 1981, el equipo blanco ha jugado otras seis finales de la máxima competición continental y no ha perdido ninguna.

Aquel era, sin duda, otro fútbol. Apenas dos horas antes de que comenzara el partido en el Parque de los Príncipes de París, los responsables de la retransmisión televisiva obligaron a los jugadores del Liverpool a tapar con cinta adhesiva el logotipo de la marca deportiva Umbro en sus camisetas y pantalones. Aún más grotesco fue el requerimiento del personal de Adidas, que obligó al técnico asistente Ronnie Moran a repintar las tres vetas blancas en las botas de los futbolistas para que destacaran más.

El equipo de 'los García'

El Real Madrid se plantó en la final de París después de pasar 15 años sin oler un título europeo. A las órdenes de Vujadin Boskov, aquel equipo blanco era una amalgama de veteranos (Del Bosque, Benito, Santillana, Juanito) y jóvenes canteranos, aderezada con la presencia del imponente alemán Uli Stielike y el habilidoso inglés Laurie Cunningham. El 'Madrid de los García' lo llamaban, dada la cantidad de jugadores que compartían ese apellido (Remón, Cortés, Navajas, Pérez, Hernández…). El Liverpool, por su parte, había ganado la Copa de Europa en 1977 y 1978 y presentaba un conjunto plagado de figuras consolidadas, desde el portero Ray Clemence al goleador Kenny Dalglish, pasando por el central Alan Hansen y el pivote Graeme Souness, con su insusual combinación de talento y dureza extrema.

Para colmo de males blancos, Miguel Ángel y Benito se perdieron la final por lesión y Stielike, Juanito y Cunningham jugaron tocados. Así las cosas, los 'reds' eran claros favoritos, pero esa superioridad no se tradujo en dominio a lo largo de un partido que resultó muy poco memorable y que se vio lastrado por el horrible estado del césped. La cosa se resolvió en los últimos minutos con el tanto inverosímil de Alan Kennedy, que controló el balón con el pecho tras un saque de banda y aprovechó un error clamoroso de García Cortés para chutar, de forma muy poco ortodoxa, al palo que debía defender Agustín. Gol.

Por su condición de capitán, Phil Thompson fue el encargado de recoger la copa. Pero hizo bastante más que eso. Cuando el equipo volvió a Liverpool procedente de París, el secretario del club Peter Robinson le pidió a Thompson que custodiara el trofeo hasta el día siguiente. El jugador cargó la 'orejona' en su Ford Capri y condujo hasta Kirkby, donde regentaba un pub, The Falcon. Una vez allí, vació unos estantes de botellas e instaló la Copa de Europa para que todos los clientes pudieran admirarla mientras se bajaban unas pintas.

Lo dicho, otro fútbol.