Mikel Nieve no lo miraba. Era imposible girarse entre las rampas tan salvajes y a la vez tan agónicas. Subía por Los Machucos pendiente de que no le patinaran las ruedas porque había llovido todo el día sobre Cantabria. Sabía que el jefe no iba bien, que le dolían las piernas, que no era el gran Chris Froome, hasta ahora incuestionable en la ronda española. Solo escuchaba por el pinganillo, el receptor que llevaba en la oreja, la voz entrecortada del líder del Sky, quien le pedía que regulara y sobre todo, por favor, que no subiera a tirones.

Y el gregario navarro del jersey amarillo le daba protección, lo guiaba y le salvaba de la hoguera en el infierno verde de Los Machucos, en un día de perros. Froome devoraba una ensalada en la sala de prensa. Preocupaba su tos y explicaba lo que le había pasado cuando la calma ya se apoderaba de la cima cántabra, donde el austriaco Stefan Denilf había privado a Alberto Contador de la gloria de ganar la etapa, en otro día en el que el madrileño demostró que es incombustible, inconformista, quizás en su mejor papel como escalador en toda la Vuelta. «Ha sido el cansancio de la contrarreloj. De hecho he perdido ante Nibali lo ganado en la crono. La Vuelta es una carrera que me cuesta ganar mucho más que el Tour. La evidencia es clara. Tengo cuatro Tours y ninguna Vuelta», confesó Froome.

Su director, Nicolas Portal, saltó del coche nada más cruzar la línea de meta, nada más dejar a su mecánico para que lo aparcase. Fue al encuentro de su líder. No era normal. ¡Era humano! Pero lejos de sucumbir, salvó como hacen los grandes campeones un día para olvidar, en el que no se puso nervioso y en el que evitó naufragar porque siempre estuvo rodeado de los suyos; el último, el más fiel y fuerte, fue Nieve.

NIBALI NO SE RINDE

Vincenzo Nibali, el que tampoco se da por vencido, el que siempre rinde más los últimos días que los primeros, conocedor que Froome no enlazaba, despreocupado por Contador, pero pendiente del británico, trató de castigar al jersey rojo para arañar 41 segundos de oro en la cima de Los Machucos. La Vuelta sigue amarrada por Froome, pero deberá esforzarse, sobreponerse, confiar en los suyos, porque un susto el sábado en el Angliru sería un desastre para él. Contador, el que anima, el que volvió a provocar un delirio de pasión del público durante la ascensión interminable, delirante, a Los Machucos, se quedó sin el premio de la etapa pero vio que el podio de Madrid no es una locura. Es una gesta, un casi imposible, pero peleará por la posición mientras le quede el mínimo aliento en sus últimos días como ciclista profesional.