Llevaba tiempo pensándolo. Escribir sin ver, sin saber. Que no todo dependa de un maldito resultado. Estamos permanentemente condicionados. Me había propuesto escribir desde dentro, como si la página fuese una isla, pero es difícil aislarse. Demasiados mensajes, demasiadas voces que no me interesan. Ir con la abuela es un buen plan de domingo para permanecer limpio, para no contaminarse.

- ¿Qué te cuesta más subir o bajar?

- Ni subir ni bajar.

Ay, si todos tuviésemos esa mentalidad. Tarda bastante en sobrepasar el escalón. Primero sube el andador, se agarra a él, alza un pie y acto seguido el otro. Una vez arriba, acelera el paso y presume de velocidad. No está mal para tener rota la cadera. He visto futbolistas con menos movilidad. Con menos entusiasmo y motivación. Que contagian menos. Rodearse de personas que contagian pasión es clave en la vida.

- Vivo lo que creo -dice, convencida, sin dejar de sonreír. Sonríe incluso cuando se marea.

Veo caras mustias y esto parece una guerra entre periodistas y directivos, entrenadores, jugadores... Todos sienten que se les ataca. Mucho ego.

- Tengo equivocaciones, pero las aprovecho.

Asumir un error ya es algo admirable. Qué pocas veces me encuentro con esto. Qué poca autocrítica. Qué discursos más planos delante de un micrófono. ¿Por qué nadie le pone una pizca de sinceridad?

- Yo no digo una mentira ni por casualidad -reconoce ella.

Menos mal que no te gusta el fútbol, abuela, porque está creado a base de mentiras.

- Nos parecemos mucho.

- Porque nos observamos.

Me pongo los cascos para no dejarme influenciar por nadie. Pienso que mi abuela podría aparecer en la zona mixta, que cualquier mensaje suyo tendría más utilidad y sería más práctico que las repeticiones a las que asisto cada semana tras el partido. Mi abuela también se repite a veces, pero tiene 92 años. Muchos jugadores miran al techo mientras hablan.

- Tienes memoria, abuela.

- No es memoria, es que recapacito.

Por las caras de mis compañeros intuyo que algo malo ha sucedido en Valladolid. No me inmuto. Sigo leyendo las frases que me apunté en mi particular rueda de prensa. ¡Qué de titulares me has dejado, abuela!

- Me alegro de cualquier cosa, por eso soy tan feliz. El otro día tenía una media de cada color. Y no me importó.

Pero aquí, abuela, las rarezas no están permitidas. Cuando alguien se sale del guion se le regaña. Los clubs son una especie de ganado. Vallados, de una sola voz, y todos siguiendo esa voz.

- Abuela, ¿y cómo aguantaste tanto tiempo con el mismo hombre?

- Loca que estaba, por él.

Supongo que ese también es el motivo por el que seguimos aquí, yo escribiendo y ustedes leyendo.