1.- El capitán mandó y cambió el paisaje

Estaban todos pendiente de la inmersión de Coutinho cuando, en realidad, fue Iniesta quien alteró el paisaje del partido. Andaba el Barça atascado, casi a oscuras, sin hallar las líneas de pase, agobiado porque no se reconocía. Era, todo hay que decirlo, un Barça demasiado distinto, tanto en la defensa como en ataque. Pero entonces el dueño, el eterno dueño del interruptor de la luz del Camp Nou, agitó el encuentro gobernándolo desde el carril del ocho mientras Messi, su socio, se iba a la banda derecha.

Abierto el campo, el capitán tomó el mando. Pidió la pelota y dibujó eslalones junto a Alba generando la superioridad que tanto necesitaba el Barça. El gol del empate solo existía en la mente maravillosa de Iniesta. Fue atrayendo defensas y pareció que se le acababa el campo. Pero soltó un centro que acabó en gol. Se hizo la luz.

2.- Con las alas buenas se vuela mejor

Con Semedo por la derecha y Digne por la izquierda, el Barça no logró levantar el vuelo. Ni tenía la velocidad para hacer bascular a la súperordenada defensa del Alavés. El equipo quería elevarse, pero no podía porque sus laterales titulares no se proyectaban con acierto. A Valverde, intervencionista como siempre, no le costó tomar una decisión que era evidente. Entraron Sergi Roberto y Jordi Alba, el Barça se transformó en un equipo reconocible, y comenzó a volar con naturalidad.

Coutinho, al ser sustituido / JORDI COTRINA

3.- Coutinho se apagó de extremo derecho

Necesita tiempo y, sobre todo, entender los mecanismos del juego azulgrana. Pero en la banda derecha, confinado por Valverde como falso extremo, no se le vio especialmente cómodo. Más bien dio la sensación de ser un cuerpo extraño, todo lo contrario de lo que ocurrió en aquellos 22 minutos coperos ante el Espanyol. Solo se le vio aliviado al abandonar la cal para reunirse con Messi en el balcón del área, pero hasta el técnico detectó que se había apagado. Lo quitó con 0-1.