Jardiel Poncela decía que los candidatos son como los cines de barrio; primero te hacen entrar y luego te cambian el programa. Ayer se cumplieron todos los miedos del verano. Se echó de menos a Fidel Chaves. Su calidad en el regate en un metro cuadrado para desequilibrar o incluso romper el muro. Se echó de menos el trabajo de Xisco en la mediapunta, sin ser mediapunta (!). Se echó de menos a Florin Andone, el rumano al que le daba igual cómo jugara su equipo. Así, los brillos del pasado se han apagado y las sombras del mismo período permanecen ahí. Al igual que las promesas del candidato». Con sufrimiento, el Córdoba arrancó un empate -y gracias- en Murcia el pasado 29 de agosto y así narraba la crónica aquel empate contra el UCAM en La Condomina. Era el primer frente de nubes, negras, que se atisbaba, en realidad, desde la temporada anterior. Como siempre, el club jugó al despiste, a cambiar, a destituir, que es lo que hará ahora también.

Porque en este Córdoba el único que juega es quien ocupa la propiedad. Un Córdoba de cartón piedra en el que nada es lo que parece. Tiene un presidente que no lo es. Una dirección de comunicación que no comunica. Un director deportivo que no ejerce como tal y, cuando lo hace, asegura que al equipo no le hacen falta defensas o que como se juega con un delantero, casi que sobra uno en la plantilla... Y un entrenador que, al menos por ahora, no es entrenador para la élite. Más allá de las responsabilidades, que las hay y no pocas, de sus subordinados (nunca en este Córdoba esa palabra tuvo tanto significado) el responsable de esta mentira está más que identificado no sólo por la afición, sino por toda la ciudad. La descapitalización, más bien el expolio que sufrió el equipo el pasado verano, cambiando 5,5 millones de euros por los más de 40 goles anotados, generó un agujero que desde que se inició la Liga no ha hecho sino agrandarse, como el ojo del huracán en el que se encuentra inmerso el conjunto blanquiverde. Tras el encuentro contra el Mirandés el futuro de Oltra estaba decidido. Tras el encuentro de anoche, en Lugo, el futuro de Carrión, y seguramente no sólo el suyo, también. Preguntas del tipo «¿tú vendrías?» han sido una constante en las dos últimas semanas desde el teléfono del club de cartón-piedra. Esa es la única realidad de este Córdoba. El resto, tramoya y colocación de peones o escudos para ir abatiéndolos en función de los miedos generados desde el exterior. Todo vale con tal de evitar un mínimo de inversión.

Con un límite salarial muy parecido al del Córdoba, el Lugo se impuso ayer a los blanquiverdes y duermen en puestos de eliminatorias de ascenso. ¿Ingresos? El Córdoba dobla a los gallegos. Sí, el doble. Más de ocho millones de euros de diferencia. Ni inversión ni asunción de responsabilidad. Y con ese hábitat, profesionales que intentan todo lo que pueden y un entrenador con todas las buenas intenciones e ilusión por arreglar el entuerto que otro ha generado. Y hay que insistir: es compatible la negligencia de alguno para desarrollar su trabajo con la negación de inversión del equipo por parte de otro, condenando de esta manera a este Córdoba a lo que ya en otoño se intuía: a pelear por no verse abocado a la Segunda B una década después de salir de ella.

El partido, como el de Miranda, como el de la pasada jornada contra el UCAM o los de Tenerife o Girona, tuvo poco que contar. O sí.

Que a este Córdoba no le da para mucho más, por lo que -insistimos de nuevo- debe centrarse única y exclusivamente en no encajar. Como sea. Por amontonamiento si hiciera falta. Pero urge trabajar desde atrás con lo que se tiene. Con lo que se tiene que es lo que le han dejado, porque incluso en la caseta había alguna voz preocupada por los movimientos en el mercado de enero. No es este Córdoba un equipo que vaya a sumar una cifra de goles notable después del adiós de Fidel, Xisco y Florin Andone, por lo que necesita cerrar la puerta de una vez por todas. Al equipo todavía de Carrión le da un aire y coge una neumonía de ingreso hospitalario. El rival necesita de muy poquito para meterle miedo y, poco después, suele llegar el gol.

Y es este Córdoba un equipo que sólo logra competir media hora -siendo generosos- a lo largo de la mayoría de los encuentros, algo que arrastra de la pasada temporada y las dudas físicas que siempre transmitió el equipo. Porque lo ocurrido en la segunda parte en Lugo, anoche, tuvo que ver con falta de ideas, de mordiente y de competitividad de mediocampo para adelante, pero también con la incapacidad de meterle una marcha más al partido, de notarse, al menos, fuerza para meter al rival en su área. El Córdoba quiso, pero no pudo. El Lugo pudo, pero no quiso, no lo necesitó. Quizás fue lo más doloroso, tras una primera parte de aparentes 20 primeros minutos para ir ganando terreno el equipo de Sampedro hasta el gol de Joselu, que además llegó en una fatalidad.

Quien pretenda justificar incluso la derrota de ayer, baste mirar las ocasiones en los segundos 45 minutos de unos y otros: dos palos y un balón salvado milagrosamente por Caro, por una internada en área de Guille Donoso que... No tuvo capacidad ni tan siquiera para disparar.

Hace ya muchas semanas que empezó a instalarse el miedo entre la afición, viendo la falta de reacción del equipo. El triste paso por el mercado invernal dio paso a la indignación y con la posibilidad de caer a puestos de descenso la rabia empieza a crecer alrededor de El Arcángel. Y esa rabia no es de cartón piedra.