Cuando se menciona el deporte adaptado se suele hablar de ‘historias de superación’, aunque en el caso de Astrid Fina más bien se trata de una ‘historia de transformación’. La ‘rider’ barcelonesa de 33 años logró cuatro medallas de plata en la Copa del Mundo IPC de snowboard paralímpico que se celebró la semana pasada enLa Molina en las modalidades de 'snowboardcross' y 'banked slalom'. Intentará repetir la gesta -o mejorarla- de aquí a dos semanas en Pyeongchang (Corea del Sur), donde tendrá lugar la final del circuito mundial, y la temporada que viene afrontará los Juegos Paralímpicos de invierno, que también organizará la localidad coreana. “Soy muy feliz actualmente, no lo cambiaría por nada del mundo”, asegura. Pero, en teoría, ella no tendría que estar en ninguno de estos sitios.

No tendría que estar porque su ‘destino’ era parecido al de la inmensa mayoría de personas: trabajaba ocho horas diarias en una joyería barcelonesa e iba al gimnasio de vez en cuando, pero nunca se había deslizado sobre una tabla de snowboard. Una vida normal y rutinaria. Luego vino un accidente de moto en el 2009 y tres años de tratamientos para salvar el pie derecho que terminaron finalmente en amputación tibial.

Una sacudida que desesperaría a cualquiera. Ella, en cambio, en apenas un año estaba participando en los Paralímpicos de Sochi 2014. Es decir, que se había convertido casi de repente en deportista de élite, lo que supuso instalarse en el Vall d’Aran y dedicar su vida por completo al snowboard.

EMPEZAR DE CERO

“Una vez tuve la prótesis fue como un cambio de chip: tenía muchas ganas de hacer de todo. Un amigo que era monitor en Vaquèira me animó a probar el snowboard y le hice caso. Él mismo me avisó unos días después de que estaban formado el equipo paralímpico de snowboard y me dijo que podría intentarlo. La verdad es que fui la única chica que se presentó y decidieron comenzar conmigo de cero”, resume Fina. Hasta aquí parece fácil, pero ahora comienza lo complicado: ocho horas diarias deentrenamiento, con nevadas continuas, de lunes a sábado. “Era muy duro, muchas veces tenía ganas de llorar, pero la ilusión me hacía tirar hacia delante. Además, cuando ves que vas mejorando, te engancha”, comenta.

Cuando empezó a participar en competiciones tampoco fue fácil: “Si el resto de participantes completaban el circuito de 'snowboardcross' en 1 minuto, yo tardaba 8. No sabía ni saltar”, exclama. Pero rápidamente mejoró y en Sochi ya consiguió diploma olímpico. Una evolución que, de momento, le ha llevado hasta el segundo cajón del podio en La Molina. “Me sentí muy cómoda y esto me permitió soltarme más. Domino la velocidad y los giros, pero todavía me falta sentir más confianza en los saltos, atreverme más.En todo caso, todavía no he encontrado mi límite”, remarca Astrid Fina, que comenta que la principal diferencia técnica del snowboard paralímpico es la necesidad de buscar sensaciones distintas, en la rodilla y la cadera, al no poder usar el tobillo.

CAMINO A PYEONGCHANG

Cuando acabe la temporada, comenzará ya a preparar la próxima campaña para "llegar a tope" a Pyeongchang 2018, lo que incluye trabajo físico, deportes de deslizamiento como 'paddle surf' o 'longboard', una estancia de unos 10 días en algún glaciar alpino y las primeras competiciones. Eso si llegan los fondos, claro. “El tema económico es duro, porque no es suficiente con lo que puede aportar la federación o los pocos patrocinadores que tenemos, como la Fundación Repsol. A veces no sabes si podremos participar o no en algunas pruebas”, explica.

Los problemas de dinero no son nada nuevo en el mundo de la nieve en España, pero eso no parece que desanime a Astrid Fina, quien disfruta al máximo de una nueva vida que surgió de una forma totalmente inesperada, y también dolorosa. “Lo he pasado muy mal, pero ahora soy feliz con este cambio radical, que me ha hecho crecer mucho y me ha permitido vivir en la montaña. La verdad es que ahora no querría volver a la vida que tenía antes del accidente”, concluye.