La duodécima jornada de Liga ha ampliado a diez puntos la ventaja que separa al Barça del Madrid y su principal responsable es Valverde, que ha transformado la cara del Barça en cuatro meses.

En primer lugar, dicho crecimiento lo ha cimentado en casa. Seis partidos de Liga en el Camp Nou, seis victorias del Barça. Un balance impecable. Seis partidos en el Bernabéu, tres triunfos del Madrid. Un balance pésimo. Los males de Zidane han nacido en casa, en la inesperada debilidad del equipo, lo que ha socavado su confianza.

Aunque los comienzos no fueron fáciles. En el Camp Nou sonaron las alarmas tras la Supercopa de España y se buscaron soluciones. Llegaron Paulinho y Dembélé -ni se le ha visto, al haber jugado solo tres partidos- mientras el Madrid se recreaba con tan sonados triunfos en la Supercopa de España que unía al de la europea.

Siguiendo con el trágico verano culé, la pérdida de gol con la traumática marcha de Neymar indujo a Valverde a reconstruir el Barça desde atrás. Y de momento lo ha conseguido, pues las victorias son menos holgadas, pero las derrotas se han acabado desde la Supercopa. Valverde ha ido retocando el dibujo táctico (cinco sistemas ha empleado) hasta acomodarlo en un 4-4-2 que dota al equipo de mayor presencia defensiva. Además, entre las virtudes que distinguen a Valverde se destaca su habilidad al intervenir en los partidos, generalmente con los cambios: las entradas de Paulinho y Denis en Getafe (del 1-0 al 1-2), las de Rakitic e Iniesta en el descanso ante el Las Palmas (del 0-0 al 3-0) y las apariciones de Sergi Roberto y Deulofeu en el Wanda que salvaron un punto (del 1-0 al 1-1).

Por último, Valverde ha ido recuperando jugadores sin gritos ni estridcencias. Piezas que se fueron apagando en los meses finales con Luis Enrique. Desde Jordi Alba, suplente, por ejemplo, en el doloroso 3-0 que le propinó la Juve como prólogo de la eliminación europea de la pasada temporada, a Paco Alcácer, un delantero marginal en los primeros meses del curso.