Aquel 7 de noviembre de 1993, dar por hecho que El Arcángel iba a abrir sus puertas al público era tan exagerado como algunas de las puestas en escena en Cinecittá de las películas de Federico Fellini, que había fallecido apenas cinco días antes. Resultaba hasta temerario para la vista y el oído después de escuchar al arquitecto de la obra, el jerezano Javier Ollero, estas palabras, textuales, el 5 de noviembre, a dos días de convocar a los aficionados en el nuevo estadio: «No reúne las condiciones de seguridad». Ollero, al que flanqueaban el teniente de alcalde de Urbanismo, José Rafael Navarro; el presidente del Córdoba CF, Rafael Gómez, y el presidente de Finacom (empresa promotora de la instalación), Rafael Galea, alegó en esa apocalíptica intervención, dada las urgencias por dar uso al nuevo recinto deportivo, que aún era «una obra inacabada». Y es que, de haber existido hace un cuarto de siglo las redes sociales, no duden que hubiese acabado siendo trending topic el reportaje en las páginas de Diario CÓRDOBA que una semana antes denunciaba al menos una docena de irregularidades sonadas, que acapararon la atención nacional a través de los programa radiofónicos deportivos de la noche. A 72 horas de la apertura, en la estructura de la grada de la zona próxima a la entrada de maratón (en la actualidad el fondo donde se encuentra el marcador electrónico) había aparecido una grieta que obligó a mover tres filas de localidades. También se advirtieron problemas de evacuación de agua en más de 12.000 asientos de los 15.118 con los que contaba el primer aforo del estadio. El anclaje en el cemento, defectuoso, impedía correr al líquido elemento en caso de lluvia. Y el domingo se pronosticaban nubes bien grises que podían descargar. Este panorama se sumaba a filas de sillas en las que los espectadores se veían obligados a ver los partidos con los pies colgando, una vaguada en taquillas que forzaba al pagano aficionado a ponerse en cuclillas para poder adquirir la entrada, mientras que al otro lado del muro el empleado del club debía alzarse en puntilla para poder facilitársela; los vestuarios, concebidos para la individual práctica del atletismo, no facilitaban el trabajo en grupo, el túnel de acceso del campo a los vestuarios pedía a jugadores y árbitros hacer una reverencia, pues la altura de la bocana apenas alcanzaba los 1,78 metros; la huella de los peldaños de la escalinata no daban el mínimo obligatorio exigido por ley, el interior de la instalación (pistas de calentamiento, gimnasios…) se inundaba a la menor inclemencia meteorológica y los accesos y aparcamientos eran un infame barrizal.

El Ayuntamiento presidido por Herminio Trigo, en la misma rueda de prensa en la que Ollero sembraba dudas, asumió en boca del teniente alcalde de Urbanismo la responsabilidad de lo que pudiera suceder si El Arcángel se ponía en marcha, a tenor de que los últimos informes tanto de la dirección técnica de la obra como del jefe de área de servicio y licencias urbanísticas y la sección de actividades molestas, a 48 horas del evento, aportaban luz, a falta sólo ya de un técnico superior que certificase que se habían adoptado todas aquellas medidas de seguridad que garantizasen la seguridad de las personas que acudiesen al espectáculo y de los propios intervinientes. La firma la puso el ingeniero técnico Roque Bernardo Gutiérrez el 6 de noviembre. El día de antes.

Lo que sucedió a continuación demostró que no se trataba de una temeridad. Y El Arcángel, con un listado de temas pendientes de los que algunos acumulan ya 25 años de retraso, superó su primera reválida.

Más de 15.000 personas vivieron la jornada triunfal que supuso el estreno de aquel nuevo estadio en El Arenal resultado de la operación urbanística por la cual a Finacom se le permitía construir un vanguardista centro comercial en el solar que ocupaba el ya derruido antiguo El Arcángel. El campo que levantó Pacsa contó con una financiación de 1.300 millones de las antiguas pesetas, 7.813.157,36 euros. Los arquitectos del proyecto fueron Javier Ollero, Guillermo Montojo y Ramón Picó, con Pedro García del Barrio como arquitecto director. El terreno de juego estaba circundado por una pista de atletismo y espacio para saltos y lanzamientos. Aunque el aforo inicial no superaba los 15.000 espectadores, la estructura del nuevo El Arcángel, clónica al estadio San Nicola de la ciudad italiana Bari, permitía una ampliación para acoger 30.000 asientos.

El nuevo El Arcángel se alzaba como un nuevo símbolo de la ciudad con excelentes perspectivas de cara al futuro. Para el Córdoba CF también suponía el pilar imprencindible para encarar una nueva etapa, tras años de asfixias económicas. Tanto es así que Rafael Gómez lanzó la era de su presidencia con una fotografía en El Arcángel flanqueado por su vicepresidente, Ángel Marín, y el entrenador de su primer proyecto, Luis Costa, y un eslogan: «Con el Córdoba a Primera».

Y aunque esa promesa tardó en hacerse realidad más de 20 años, el comienzo fue inmejorable. En el primer partido en el nuevo estadio, el Córdoba venció por 4 a 0 al Recreativo de Huelva, un nombre que en la historia blanquiverde siempre queda asociado a grandes momentos. Valentín fue el autor del primer gol, a los cinco minutos, al rematar un centro de Algar. Loreto (2) y Nandi completaron el marcador. En el Córdoba jugaron Lobato, Algar, Ballester (Paco Pérez, 67’), Ortega, Luna Eslava, Herrero, Valentín, Ortiz, Loreto, Carrasco y Nandi (Cuxart, 76’). José Miguel Ortega fue el primer blanquiverde que ejerció como capitán. Pedro Rodríguez Torrico (Castilla-La Mancha), el primer árbitro. Los 15.000 espectadores dejaron en taquilla 9 millones de pesetas (54.091,09 euros); sacó de centro Castilla, del Recre, y el onubense Bernal botó el primer córner. La primera amarilla la vio el rival Queco y la roja el técnico blanquiazul, Manolo Vilanova...

A los 74 minutos de partido se encendieron por vez primera los focos para dar luz a un El Arcángel que poco se parece al de hoy, salvo la grada de tribuna, que es la única que 25 años después aún permanece de pie, aunque con algunas losetas en la terraza de acceso que todavía siguen bailando al pairo, como el 7 de noviembre de 1993, en homenaje a aquel día tal vez. Y es que, la perspectiva común es que El Arcángel, un cuarto de siglo más tarde de su primer partido, aún sigue siendo una obra. Ese es el aspecto que deja la visión de la grada de preferencia que se divisa desde la autovía, un esqueleto de pilares y muros de gris cemento a la vista a la espera de que se le den uso. El pasado mes de agosto, el Córdoba CF solicitó al Ayuntamiento una cesión ambiciosa por la que se pretende instrumentalizar la instalación para que pueda ser explotada de manera integral, con un hotel, restaurantes y zonas de ocio. ¿Tendrán que pasar otros 25 años más?