A los 63 años (Rosario, 21 de julio de 1955) y después de 50 en el mundo del fútbol (empezó a jugar a los 13), es difícil que a Marcelo Bielsa le retiren el apoco de Loco. Sobre todo si, de vez en cuando, protagoniza algún gesto proclive a ser calificado de excéntrico. Aunque sea una loa a la deportividad que merezca recordar al entrenador argentino como un tipo cabal, recto, honesto o noble. Adjetivos que también distinguen su trayectoria. Menos llamativos sugerentes y expresivos, claro.

La última locura de Bielsa fue ordenar a los jugadores del Leeds United que se dejaran marcar un gol después de haber anotado uno cuando sus rivales del Aston Villa reclamaban que echaran el balón fuera porque había un lesionado en el suelo.

Devuelto, no regalado

Indiferente a las peticiones, Mateusz Klich continuó la jugada y marcó el 1-0, lo que desató una trifulca. En cuanto se reanudó el juego, la pasividad de los futbolistas locales permitió que Albert Adomah restableciera el empate. Faltaban 20 minutos para terminar el partido, era la penúltima jornada y una victoria habría permitido al Leeds a aspirar al ascenso a la Premier en la última. El empate le descartó.

"No regalamos el gol, sino que se lo devolvimos", matizó Bielsa. Su iniciativa tuvo un valor por lo que había en juego. Y unas consecuencias. Prefirió quedar mal que sentirse mal y no faltará quien, por añadidura, al presunto demente le añadan la condición de egoísta por pensar más en sí mismo que en los demás.

La granada en la mano

Pero al entrenador rosarino le afecta muy poco lo que digan de él. Lleva muchos años con la etiqueta colgando del chándal, que tal vez él ha recosido con sus actuaciones. Existen dos versiones sobre el origen del mote. Como suele suceder, una es más fantasiosa que la otra. La seria es del propio Bielsa. Es porque algunas respuestas que elijo no coinciden con las que se eligen habitualmente, explicó cuando era entrenador del Olympique de Marsella.

La más atractiva se escribió en el país de los motes. O sea, el suyo. Es más antigua. Viene a cuenta de la reacción de Bielsa a raíz de que los aficionados de Newells Old Boys acudieran a su casa a increparle después de una derrota del equipo por 6-0 ante el San Lorenzo de Almagro. La leyenda dice que Bielsa salió a la calle con una granada en la mano. Si no se largan los reviento, amenazó. Eso sí que fue una locura.