Hace unos días el nombre de Josef Bican saltó a los medios porque hubo cierta controversia sobre si Cristiano Ronaldo había alcanzado o no los registros goleadores del vienés, a quien la FIFA le atribuye la autoría de 805 tantos oficiales, algo que sirvió para que fuese reconocido como el máximo goleador del siglo XX. La historia de Bican es la pelea de un hombre contra los totalitarismos, algo que le generó diferentes problemas a lo largo de su vida.

A Bican la pasión por el fútbol le llegó por vía sanguínea. Frantisek, su padre, era jugador del Hertha de Viena y eso permitía a la familia disfrutar de ciertas comodidades en comparación con el resto de vecinos de Quellenstrasse, un distrito donde solía asentarse la población inmigrante que llegaba a Viena como mano de obra barata para las numerosas fábricas de la zona. La mayoría provenían de Checoslovaquia, Moravia, Bohemia los Bican habían llegado desde Praga convencidos de las posibilidades que ofrecía aquella deslumbrante Viena llena de palacios imperiales. Solo llevaban tres años allí cuando en 1913 nació su único hijo, Josef.

Pero llegó entonces la Primera Guerra Mundial y en esta ocasión a Frantisek Bican sus años de servicio como futbolista no le supusieron ninguna clase de beneficio. El Imperio Austrohúngaro le movilizó de inmediato y envió al frente pocas semanas después. Josef solo tenía dos años cuando su padre se marchó de casa. Cuando regresó habían pasado otros cuatro años. Frantisek había sobrevivido a aquella carnicería y los Bican volvieron a hacer planes de futuro en un país nuevo que necesitaba curar con urgencia todas las heridas que había dejado la guerra. Volvió a jugar al fútbol en el mismo equipo, pero lo que no podía imaginar es que encontraría su mayor desgracia en un terreno de juego y no en los campos de batalla.

Durante un partido sufrió un golpe tremendo en el costado que le tuvo varios días imposibilitado en la cama. El fuerte traumatismo le provocó un fallo renal que acabó con su muerte. Aquello abría un panorama sombrío para Josef y para su madre, Ludmila. Con apenas doce años se puso a trabajar, algo que empezó a compatibilizar con el fútbol. Entró a formar parte del Hertha de Viena, el equipo de su padre. Jugaba descalzo en las calles para no estropear sus zapatos y así sus pies se endurecieron y acostumbraron muy pronto al dolor.

Josef pasó necesidad y hambre. Como muchos otros en su tiempo. Pero él tenía algo diferente. Unas piernas rápidas y un instinto único para el fútbol. No tardó en acreditar sus condiciones como goleador. Ganaba los duelos por velocidad, remataba muy duro con ambas piernas, no era mal cabeceador y siempre estaba en el lugar preciso. Con 18 años, en 1931, le ficha el Rapid de Viena, firma su primer contrato profesional y las cosas parece que empiezan a ir bien en su vida.

Cuarto con Austria en el Mundial

Bican sufrió en sus primeras temporadas en su nuevo equipo debido a las lesiones, pero los goles comenzaron a llover en cuanto encontró algo de continuidad. Se le abrieron entonces las puertas de la selección, de aquel poderoso wunderteam (el equipo de ensueño), el conjunto que lideraba Matthias Sindelar. Podrían haber ganado perfectamente el Mundial de 1934 que se jugó en Italia, pero ese campeonato hacía mucho tiempo que tenía el nombre del campeón escrito en la placa. España sufrió un célebre atraco ante los anfitriones en cuartos de final y en las semifinales les correspondió el turno a los austríacos, que solo cedieron por 1-0 ante Italia. Mussolini sonreía satisfecho en el palco. Aquel cuarto puesto sigue siendo la mejor clasificación que Austria ha conseguido en un Mundial de fútbol.

Después de aquello firmó por el Admira vienés, que mejoraba de forma notable sus condiciones, pero los problemas no tardarían en aparecer de nuevo. Hitler anexionó en 1938 a Austria y Bican, pese a las presiones que recibe, se niega a afiliarse al Partido Nacionalsocialista. Tampoco lo hace Sindelar, pero a diferencia de este, que se queda en Austria y acabaría muriendo en extrañas circunstancias, Bican se marcha del país. Elige Praga como destino, la tierra de la que unos años antes habían llegado sus padres. Ficha por el Slavia y es ahí donde conoce al amor de su vida en materia futbolística. Con la estrella roja en la camiseta, símbolo del equipo de la capital checa, emerge un goleador descomunal. Nunca Europa había visto algo semejante. Existían noticias de delanteros sudamericanos con cifras impensables, pero el viejo continente no había visto nada igual.

Fútbol en guerra

El fútbol le sacó de un importante problema después de que Hitler ocupase el país y naciese el Protectorado de Bohemia y Moravia donde quedaba integrada Praga. Bican no tardó en mostrar su disconformidad en público con aquella situación, pero aunque quedó señalado, sus goles impidieron que se tomasen medidas contra él. Se libró también de entrar en el ejército. Siguió jugando al fútbol porque el deporte no se detuvo en el país durante la Segunda Guerra Mundial.

Mientras el mundo entraba en una espiral dramática Bican sumaba goles a su cuenta cada domingo. Fueron sus años más impresionantes. Durante cinco campañas consecutivas anotó una media de más de cuarenta goles por temporada. Es cierto que no estaba en un campeonato deslumbrante y que el fútbol entonces una cuestión menor teniendo en cuenta el drama que se cernía alrededor. Pero aquella productividad quedó para la historia del fútbol.

Acabada la Segunda Guerra Mundial a Bican, aunque ya tenía más de 30 años, le llegaron algunas propuestas para dejar el país y jugar en diferentes equipos. La más interesante de ellas fue de la Juventus, que creía que aún le podía sacar un par de años jugosos a su instinto y a esa velocidad que conservaba a pesar del paso del tiempo. No era el jovenzuelo capaz de correr los cien metros en poco más de 11 segundos, pero seguía siendo muy superior a la mayoría de defensas.

Demócrata en el comunismo

Bican, un demócrata convencido que aborrecía las dictaduras vinieran del costado que vinieran, renunció a la Juve ante el temor de que Italia se convirtiese en una república comunista. Y se quedó en Praga. No podía imaginar que precisamente eso era lo que iba a suceder en su casa. Los comunistas tomaron el poder y Klement Gottwald, un convencido estalinista, se convirtió en presidente. En medio de una gigantesca purga, a Bican se le sugirió afiliarse al Partido Comunista, pero se negó. Se repetía la historia vivida en Austria aunque con una ideología diferente. El delantero, que por entonces ya había conseguido la nacionalidad checa, jugó unas semanas más en el Slavia pero las cosas comenzaron a cambiar. La prensa del régimen comenzó a llamarlo burgués y se le aconsejó que por cuestiones de seguridad se alejase de Praga.

Bican se marchó a jugar al Zelezarny de Segunda División, en Vitkovicke, donde compatilizó el fútbol con un trabajo en una siderurgia. Ascendió al equipo a Primera con sus goles y su nombre volvió a estar en boca de todo el mundo. El régimen se encontraba con un problema. Era demasiado popular y no interesaba tenerle en Primera División anotando goles cada fin de semana como un poseso, pero al mismo tiempo necesitaban tenerle en forma por si la selección le necesitaba en algún momento. Por eso en 1952 le obligaron a firmar por el Kralove, un equipo infame de Segunda División. Pensaron que allí nadie se preocuparía por él.

En 1953, durante el Día del Trabajo, el presidente Antonin Zapotocky, sustituto de Gottwald que había muerto de un infarto días después de asistir al entierro de Stalin, salió a darse su habitual baño de masas por las calles de Praga. Escuchó más veces de las deseables gritos de la gente a favor de Bican y reflexionó acerca de esa situación. El dirigente aprobó entonces el regreso del delantero al club de su vida, un Slavia que entonces ya se había convertido en el Dynamo de Praga, para que nadie pudiese utilizar su figura como símbolo de la opresión comunista. Fue así como Bican, con 40 años a cuestas, regresó a la que siempre fue su casa para marcar sus últimos goles como futbolista profesional.

Bican fue entrenador durante un tiempo y posteriormente se vio obligado a ganarse la vida en trabajos tan diversos como el de obrero, conductor o cuidador de zoo. No tuvo la vejez que se suponía para una leyenda como él. Solo cuando cayó la dictadura comunista el nuevo gobierno se preocupó por reivindicar su figura y su compromiso con la democracia y la libertad. De hecho, en su honor se instauraron los Premios Libertad que cada año concede el gobierno checo.

Josef Bican murió en 2001 a los 88 años de edad. Seis años después, la Federación Internacional de Historia y Estadística del Fútbol cifró en 805 el número de tantos que había conseguido en su carrera y le concedió el título honorífico de máximo goleador del siglo XX. Algo que nadie le arrebatará jamás.