En Las Ventas o La Maestranza del fútbol, un nuevo revolcón para el Córdoba. Así definió en la previa el técnico blanquiverde el escenario que acogería a sus jugadores en la novena jornada de Liga. Y bien sabe el de Humanes del mundo taurino, no en vano ha tenido familia muy introducida en él. Decía el crítico taurino Joaquín Vidal que hay una palabra en castellano que al pronunciarla, seas finlandés o seas de Córdoba, entiendes perfectamente lo que significa y al Córdoba, ayer, le sobró mansedumbre y le faltaron habilidades. Para entendernos y para dejar de nuevo claro que no hay disyuntiva: a este equipo le falló todo en los momentos más importantes.

Quizás por aquello del escenario, el conjunto blanquiverde salió como el maletilla al que le llega la alternativa demasiado pronto: a no equivocarse en exceso. Metido atrás, y con hombres desarrollando labores que no se corresponden a sus perfiles (léase Quim Araújo o Álvaro Aguado), el torerillo puso el trapo para que el bicho simplemente pasara. Sin mirar hacia los lados, sin cabecear, rezando para que no le planteara excesivos problemas. Y durante el primer tiempo se cumplieron casi todos los deseos del debutante. No hizo grandes alardes de fútbol el Osasuna, más allá de tener una posesión por encima del 70%, aunque sin excesiva profundidad. Ya entonces, había un par de cuestiones que preocupaban, como cuando ves al toro ir desarrollando sentido y personalidad en el capote: las bandas, sobre todo la de Loureiro, no transmitían tranquilidad y las faltas se repetían en la medular. Ante cualquier otro rival, ante un animal de otra ganadería, podría haberse pasado por alto, pero con gente como Rubén García, Roberto Torres, Brandon o Kike Barja, esas faltas en línea de tres cuartos obligaban a tomar apuntes a futuro. También los balones parados en general, porque a este Córdoba, sea como sea, le rematan siempre todos los balones de estrategia. Esa preocupación iba en aumento cuando Osasuna se adelantó en el marcador casi en la única jugada medianamente hilvanada de los rojillos en ese primer acto. Cómo no, por la banda derecha de la defensa blanquiverde Kike Barja puso el balón al primer toque para que Juan Villar empujara casi a placer. Ese gol dejaba la imagen del becerrista que no quiere despertar a la fiera que tiene delante porque de pasada y casi sin querer te puede meter un gañafón. Así fue antes del descanso. Un Córdoba ordenadito, sin muchas ganas de mirar más allá del mediocampo, con cierta jindama y con el ánimo descarado de arrancar un empate se marchaba al descanso perdiendo.

De la misma manera que el bicho le hizo el primer jirón en el recién estrenado traje, el maletilla le sacó un natural a la fiera que le hizo sonreír e incluso creerse por un segundo torero. El centro de Jovanovic rematado magistralmente de cabeza por Piovaccari nada más salir de vestuarios hizo ilusionarse a más de uno. Era el golpe de suerte que necesitaba el aspirante para sacar un buen resultado en Las Ventas. Sí, no iba a abrir la puerta grande. Tampoco salió con esa disposición, sino con la de salir indemne con una faena pinturera. Y ese natural inesperado le dio la oportunidad. Pero volvió a lo mismo, a poner de nuevo el trapito y esperar a que el toro hiciera lo que le diera la gana, lo cual quiere decir, en muchas ocasiones, que finalmente encontrará el camino.

Pudo el Córdoba durante 20 minutos modificar el esquema, quizás fortificarse para salir en contadas ocasiones por velocidad. Pudo poner ayuda a Bambock, que se cansó de hacer faltas, especialmente cerca del borde del área. Pudo eliminar antes a uno de esos hombres de estilo para introducir a uno de trabajo. Pudo sentar a Piovaccari, que de nuevo durante los últimos 20 minutos (y ya cumplido su objetivo de anotar) aparecía muerto por el campo, exhausto. En fin, tuvo opciones de dar un paso delante, no para llevarse el partido, no para cortar las dos orejas y el rabo, sino tener iniciativa propia para garantizarse el apéndice. Pero se quedó quieto o, lo que es peor, cambió un peón por otro casi del mismo perfil en el sentido de la efectividad. El Osasuna introdujo a Xisco por Juan Villar y a Roberto Torres por Kike Barja. Y de nuevo apareció el error a balón parado. Un despiste en un saque de esquina terminó con gol de Kike Barja en el segundo palo cuando la mitad del conjunto blanquiverde aún creía que el córner no se había sacado.

Por si fuera poco, y casi sin tiempo para reaccionar, una nueva falta cerca del área la aprovechó el recién entrado Roberto Torres para clavarla casi por la escuadra. Ahí sí que entró Javi Galán por Aguado cuando no había nada que hacer ya y en muy pocos minutos, por errores de todos (hay que remarcar ese «todos»), se echó por tierra un partido en el que se salió descaradamente a por el punto y casi lo logra un Córdoba que no termina de arrancar.

El resultado, errores en momentos claves y el propio planteamiento deja muchas dudas para el futuro de este Córdoba, que sigue en una proyección de casi un centenar de goles encajados, que sigue sin mostrar un patrón de juego mínimamente fiable o identificable, al menos, y que los vaivenes en las alineaciones le funcionan solo en el primer encuentro tras el terremoto. Cuando desaparecen las réplicas, este Córdoba vuelve a convertirse en un equipo vulgar, sin ideas y con fallos imperdonables.

Como el novillero pegapases que se atolondra cuando el toro le plantea problemas serios. Más bien parece un becerrista que aún no está ni para los pueblos.

Ficha técnica:

Osasuna: Rubén; Lillo, Unai García, Aridane, Clerc; Oier, Fran Mérida; Juan Villar (Xisco, m.60), Rubén García (Olavide, m.85), Kike Barja (Roberto Torres, m.72); y Brandon.

Córdoba: Carlos Abad; Loureiro, Quintanilla, Luis Muñoz, Quezada; Bambock; Jaime, Quim Araujo (Alfaro, m.69), Aguado (Javi Galán, m.78), Jovanovic (De las Cuevas, m.85); y Piovaccari.

Goles: 1-0, m.35: Juan Villar. 1-1, m.49: Piovaccari. 2-1, m.71: Kike Barja. 3-1, m.76: Roberto Torres.

Árbitro: Areces Franco (Comité Asturiano). Mostró tarjeta amarilla a Lillo (m.70), de Osasuna, y a Bambock (m.60), del Córdoba.

Incidencias: Partido de la novena jornada de Segunda División disputado en el estadio El Sadar ante 12.996 espectadores. Se guardó un minuto de silencio en memoria de las víctimas de las inundaciones en Mallorca y del delegado del Nàstic Josep María Grau.