La pelota vuela del césped al palco. Los futbolistas han dejado de jugar. Ahora intervienen los directivos. O deberían hacerlo. Es el momento de analizar la temporada, repartir las notas y tomar decisiones. El equipo ha ganado la segunda Liga consecutiva, pero el sueño del triplete quedó destrozado en Liverpool y el consuelo del doblete también se diluyó en la triste final de Sevilla.

Marcelino, el entenador del Valencia, consuela a Messi tras la final. /JORDI COTRINA

LA DIRECTIVA

Bartomeu debe una explicación al socio

La junta directiva del Barça se reúne este lunes. No es una reunión extraordinaria convocada para atender la crisis, sino una de las habituales. Pero llega al día siguiente de que haya concluido la temporada de fútbol. Y llega en un momento en el que la hinchada espera explicaciones de su presidente más que saber cómo sube el censo de peñas, si el operativo de Sevilla ha funcionado, si las academias del Barça son un éxito o merece subrayarse la admiración que genera en el mundo el Innovation Hub.

El presidente ha hablado poco y de forma breve y protocolaria. "Ernesto tiene contrato y nos gustaría que siguiera", ha repetido en Liverpool y en Sevilla, después de dos derrotas, para reforzar la figura del entrenador, cada vez más discutida por la grada. Lo ha hecho con un mensaje público de apoyo a Valverde, cuando el año pasado filtró al regreso de Roma el enfado de la junta con él y lo incierta que era su continuidad. El 5-0 al Sevilla y la conquista de la Liga aplacaron al palco, que luego, como suele ser habitual, acusó a los medios de malquerer a la entidad y a sus dirigentes.

La situación ha cambiado. Como el mensaje. La Liga se celebró antes de viajar a Liverpool y sufrir otra debacle europea, y la final de Copa se ha perdido. Bartomeu insiste en que a Valverde se le renovó el contrato y es una apuesta a medio plazo. Cabe suponer que la entereza de la junta es tan sólida que un par de derrotas no le harán retractarse de una decisión tan estratégica como consolidar a Valverde, aunque no puede descartarse de que sea una coartada a sabiendas de que es el entrenador quien medita renunciar. Siempre podrían decir, en ese supuesto, que ellos, los directivos, no le despidieron.

Bartomeu y sus allegados se parapetan en Valverde y en Pep Segura, el secretario técnico con el argumento de que son los máximos responsables de la parcela futbolística. El presidente salió reelegido en el 2015 y todavía no ha razonado por qué destituyó a Andoni Zubizarreta, por qué no renovó a Robert Fernández y qué aportación extraordinaria haría Segura respecto a sus antecesores. Aún está por ver.

LA SECRETARÍA TÉCNICA

Los fichajes ponen a Segura bajo sospecha

Segura ha hecho buenos a sus antecesores. Cada cual (Txiki, Zubizarreta, Roberto...) tuvo uno (o varios) fichajes fallidos con el que ser zarandeado por las críticas. El secretario técnico de Bartomeu, un erudito en el fútbol, no se ha mostrado infalible. También tiene su Keirrison, su Vermaelen, su André Gomes...

Los errores suelen predominar sobre los aciertos. O se recuerdan más. Los de Segura son sonoros por el coste que supuso la elección de futbolistas que debían ser fundamentales. O sea, Philippe Coutinho y Ousmane Dembélé, cuyo coste (se han pagado 255 millones de los 305 comprometidos en sus fichajes) supera lo ingresado por Neymar (222).

Como sonoras han sido las cesiones de Murillo y Boateng por inútiles y por inservibles. Tres años después, el fondo de armario sigue sin llenarse, como se vio en el banquillo del Villamarín. El nivel del equipo no ha mejorado.

Pero, además de fichar, el secretario técnico debía potenciar la cantera y darle una vuelta al estilo del Barça. Regenerarlo. Modernizarlo. Pues la cantera no produce y el estilo, además, se ha vulgarizado.

EL ENTRENADOR

Valverde completa un año igual pero peor

El rendimiento de los fichajes, la calidad del juego y la apuesta por los canteranos no compete solo a Segura. También, o mayormente, al máximo responsable del equipo. Valverde es quien entrena a los jugadores, da las directrices tácticas y elige las alineaciones. Al entrenador se le han reprochado todos esos aspectos, y él ha asumido con dignidad y paciencia las críticas. El tono de Luis Enrique, por ejemplo, habría sido otro.

Los números, en cambio, avalan a Valverde. En su segunda temporada el Barça ha igualado, casi, la primera, empezando por la reedición del título de Liga y con enorme diferencia (mayor) que en la anterior. El equipo ha jugado un partido más (60) y ha ganado uno menos (40), ha marcado tres goles menos (138) y ha encajado dos menos (56).

Y, sin embargo, el descontento ha sido mayor. Eximido por la junta y los jugadores de la catástrofe de Liverpool, no supo evitar el desplome del equipo aquella tarde ni 18 días después en Sevilla. No se le reconoce al técnico que haya imprimido alguna característica especial y mucho menos alguna genialidad táctica.

EL VESTUARIO

Coutinho puede encabezar la lista de bajas

"Habrá bajas". Si el presidente de cualquier club pronuncia esa frase, tiemblan hasta las bombillas. Se desconoce qué efecto habrán causado en el multimillonario vestuario del Barça las palabras de Bartomeu, pero si se cumple el anuncio (¿la amenaza?) los damnificados descubrirán que lejos del Camp Nou se vive peor.

Varios futbolistas se han ganado la inquietante espera veraniega de saber qué les deparará el futuro. No son los casos de Boateng, que ha jugado 4 partidos de 34, igual que Murillo, que llegaron cedidos y se irán con más pena que gloria, aunque como campeones de Liga. Ni el de Thomas Vermaelen al acabar su contrato con 13 tristes partidos. Tampoco el de Jasper Cillessen, que ha pedido irse. Son bajas anunciadas.

Ha habido otros futbolistas cuyo rendimiento no ha respondido a las expectativas, empezando por las del entrenador al no tenerles más en cuenta para jugar. Malcom (40 millones costó) ni siquiera ha disputado la mitad (24 de 60) de los partidos. Aleñá (27) no ha dado el salto esperado. Rafinha volvió a lesionarse.

El recelo de la dirigencia se orienta también hacia determinados comportamientos. Como Samuel Umtiti, que tantos esfuerzos hizo por jugar con Francia el Mundial y tan poco caso hizo a los médicos del Barça para un mejor y más rápido tratamiento de su lesión de rodilla. Como el bajón físico de Arthur, comprensible en su primer año en la frenética élite europea. Como las veleidades de Dembélé y unas costumbres de vida que no gustan.

Y también han acabado cuestionándose rendimientos. El caso más flagrante es Philippe Coutinho, el fichaje más caro de la historia, que se quejó con un mal gesto tras marcar un gol al Manchester United (6 tantos en 54 partidos tratándose de un delantero) y no ha dado mayor satisfación que esa pese a la discutible insistencia de Valverde en alinearle. El viento se ha girado en contra hasta para tipos indiscutibles como Rakitic, Busquets o Alba.