En un partido extraño, marcado de inicio por la tensión ambiental y condicionado por la lesión de Messi, que tuvo que retirarse en el descanso, el Barça salvó los muebles ante el Villarreal gracias a un arranque afortunado que le permitió ponerse con dos goles de ventaja en apenas un cuarto de hora. Al final, esos tantos de Griezmann y Arthur permitieron a los locales quedarse con los tres puntos pero no despejar los muchos interrogantes que siguen planeando sobre el fútbol de un equipo que sigue teniendo un aire inacabado, como si aún no se le hubiera secado la pintura.

La aparición de los jugadores en el césped estuvo rodeada de un ambiente extraño; una confusa mezcla de expectativa y temor como la que se respira cuando un grupo de cinco llega a un restaurante en el que se ha reservado mesa para cuatro. Para enrarecerlo todo un poco más, Ernesto Valverde se puso pintoresco y aumentó la aprensión de los aficionados con un once en el que no figuraba Frenkie de Jong, el mejor centrocampista del mundo según el dictamen de la Fifa, pero sí Sergi Roberto, el mejor centrocampista de Reus.

Enfrente, un Villarreal que venía de encadenar dos victorias y que este año parece decidido a mirar más a Europa que a los puestos de la cola. El submarino amarillo, que llevaba casi una década sin rascar un punto en el Camp Nou, se proponía aprovechar esta vez las dudas del cuadro azulgrana para causar en su visita más destrozos que el U-47 alemán en la base naval inglesa de Scapa Flow. Al menos, ese era el plan.

La espesa niebla que flotaba sobre el coliseo barcelonista tardó poco en empezar a disiparse, porque a los cinco minutos, cuando los dos equipos aún se estaban tomando las medidas, Messi botó un córner al primer palo y Griezmann, listo, aprovechó una desatención defensiva de los visitantes para peinar la pelota hacia la portería y encontrar el gol.

El 1-0 sirvió para templar el juego del Barça, que encontraba profundidad en las bandas con las incursiones de Semedo y Junior (muy mejorado respecto a su infausto debut en Granada) y se ordenaba bien el centro del campo con Sergio Busquets y Arthur. Fue precisamente el brasileño quien, en un ataque estático aparentemente intrascendente, se sacó de la chistera un fulminante disparo lejano que sorprendió a Asenjo y puso en el casillero local un 2 que parecía allanar el camino hacia la victoria final.

Pero al Barça de este curso le gusta jugar en el alambre. La zozobra dio comienzo cuando en el minuto 27 Messi quedó tocado en un forcejeo y se retiró a la banda para ser atendido por el fisioterapeuta. La conmoción hizo un viaje de ida y vuelta del césped a la grada y el equipo azulgrana, más pendiente de su estrella que del partido, dejó que el Villarreal se creciera hasta adueñarse del juego, una tendencia que ya ni la reaparición del rosarino pudo revertir. La consecuencia inevitable de tal desgobierno fue el golazo de Cazorla en las postrimerías del primer tiempo.

Se quedó Messi en la caseta en el descanso y su plaza fue ocupada por Dembéle, que no tardó ni dos minutos en retar a su par en una carrera que al menos vino a probar que tras la lesión mantiene intactos tanto su velocidad como su instinto suicida. Pero el fútbol del Barça seguía igual de embarullado y sus escasos acercamientos al área rival estaban además condenados a morir en las botas de un calamitoso Luis Suárez.

La entrada de De Jong, recibida por la hinchada con honores de ídolo absoluto, mejoró algo el panorama y el Villarreal se vio obligado a dar un paso atrás, que fueron dos cuando Ansu Fati, en estado de gracia, salió en sustitución de un Suárez que se retiró entre silbidos.