Ya nadie habla de él como el hermanísimo. Ya nadie piensa que todo lo que tiene y pesa es su apellido. Ni hablar! Ya todo el mundo lo ve como un auténtico pilotazo que pronto, muy pronto, puede convertirse, a los 23 años, en uno de los bicampeones del mundo más jóvenes. Ya son muchos los que lamentan y hasta creen injusto que no tenga sitio (bueno, oficial, pata negra) en la tupida y repleta parrilla de MotoGP del año que viene.

Pero él, Àlex Márquez Alentá, no está intranquilo. Todo lo contrario, sigue concentradísimo en lo suyo, no fallar, seguir ganando carreras (si no lo tiran en Jerez y Assen, llevaría, sí, sí, siete de siete, bueno, lleva cinco de las seis últimas: Francia, Italia, Cataluña, Alemania y República Checa), liderando con mano firme el campeonato de Moto2, con 33 puntos más que el veterano (y regular) suizo Thomas Luthi.

Y, respecto al futuro, se fija en uno de los mejores del mundo, su hermano Marc, con quien lo comparte todo, desde familia a motorhome, pasando por entrenadores y filosofía. Solo hay una manera de estar arriba: prepararte duro, muy duro, durante la semana en casa, trabajar duro, muy duro, viernes y sábado en el circuito y, el domingo, salir a ganar y, si no puedes ganar, podio. No hay otra, reza Àlex.

LOS ELOGIOS DE MARC

El tío me aprieta. Lleva cinco victorias; yo, seis. ¡Qué placer!, levantarnos los dos, cada mañana, con el mismo ánimo y objetivo: trabajar para ganar, comenta Marc. Los títulos y esa posibilidad de repetir el doblete del 2014 (Àlex, en Moto3 y Marc, su segundo cetro en MotoGP) será, simplemente, si se produce la consecuencia de todo el trabajo, nuestro y de nuestros equipos, indica Àlex.

Es evidente que, tal y como están las dos clasificaciones, bueno, más la de Marc que la mía, solo nuestros errores pueden complicarnos las conquistas. Pero es que estamos en un deporte donde los errores se producen, donde hay imprevistos, no sé, caídas, una carrera en agua, una avería, una mala elección de neumáticos y por eso nunca hay que dar nada por hecho, dice el pequeño.

Cuando le preguntas a Àlex si no piensa que la manera de ganar tan contundente (últimamente, se apaga el semáforo, coge la cabeza del grupo y no la suelta hasta la bandera a cuadros) puede impresionar, hacer mella en sus rivales, el menor de los Márquez sonríe y dice no creo que aquí se impresione nadie, todo el mundo es muy fuerte de cabeza, también trabajamos en eso. Y, además, yo no trabajo, ni corro, ni gano para impresionar a nadie, lo hago porque disfruto sobre la moto, porque es mi pasión, que ha terminado en convertirse en mi profesión.

LA FUERZA DEL EQUIPO

Márquez asegura que él sabía, mejor que nadie, que la velocidad la tenía. Le viene en los apellidos. Es un don. La tenía el año pasado y el anterior, solo faltaba la regularidad y creérmelo un pelín más, Ahora me lo creo y todo sale redondo.

Él no lo dice, pero su nuevo entorno le ha cambiado la cara. Rubén Castells, su asistente; Joan Olivé, manager del equipo; y David García, su nuevo técnico, entre otros, hacen, según reconoce el piloto de Cervera (Lérida), que todo vaya redondo. Mi manera de ser, de entrenar, de competir necesita que todo fluya, que todos rememos en la misma dirección y que todo mi entorno, como ocurre, ahora este motivado y enfocado en un solo objetivo: el título.

¿Objetivo? "Solo uno, no hay otro, ¡no puede haber otro!", dice Àlex, "y es estirar, lo máximo posible esta estupenda racha porque, en este deporte, no sabes cuando te llegarán los problemas, así que sigamos ganando mientras podamos". ¿Futuro? Moto2, a poder ser para estrenar el segundo título. Y, en el 2021, una MotoGP oficial, tal vez siendo tricampeón, algo que ni siquiera su hermano habrá logrado, dar el gran salto con un triplete en el bolsillo.