En las últimas semanas, con todo decidido para el Córdoba, por desgracia, no hubo pocas voces que reclamaban la presencia de jugadores del filial cordobesista para evaluar hasta qué punto podían ser útiles para la próxima temporada, la del regreso a Segunda División B. Es cierto que el filial ha tenido esta temporada a varios jugadores, casi media docena, con edades poco típicas para un equipo asimilado, pero también cuenta con algún futbolista que podría ser calibrado en estas últimas jornadas, más allá de que finalmente se le señale como válido.

El problema que tenía Rafa Navarro es que con los problemas por el límite salarial deportivo, la primera plantilla tenía numerosos futbolistas con licencia sub 23, es decir, con dorsales superiores al 25. Marcos Lavín, Quezada, Álex Carbonell, Álvaro Aguado, Andrés Martín y Manzambi obligaban al técnico blanquiverde a estar pendiente no solo del número de profesionales sobre el campo, sino también a tener en cuenta siempre los cambios a realizar. En el campo deben estar siempre siete jugadores profesionales, aunque cualquier técnico se impone el número de ocho para prevenir una posible expulsión, de ahí que solo haya lugar a tres jóvenes sobre el terreno de juego.

Con ese número tan ajustado y al decidir Rafa Navarro que fuera Lavín el portero tras varias actuaciones negativas de Carlos Abad, el número de jugadores de campo se reducía a dos y uno de ellos, fijo, era para Andrés Martín. De ahí que la posibilidad de llamar a jugadores del filial fuera prácticamente inviable, porque hubiera resultado siempre un brindis al sol y, sobre todo, la imposibilidad de maniobrar con el banquillo.

Pero la situación que se vivirá para el sábado puede hacer que Navarro disponga de alguien más que de Chuma, único jugador del filial que ha debutado en esta recta final de temporada. Las ausencias de Aguado, Carbonell y Andrés -casi con seguridad-, podrían dar opciones a los del segundo, varios de cuyos componentes ya estuvieron en la sesión de ayer.