Ni la posibilidad de nieve o hielo, ni la baja temperatura que se anuncia ni lo desangelado que suele presentarse Los Pajaritos, al que acuden de media menos de 3.000 espectadores ha de suponer un impedimento para la consecución del objetivo que persigue el Córdoba. Al menos, para este Córdoba. Porque hablar del viaje a Soria obliga a rememorar capítulos pesarosos del pasado blanquiverde, en el mejor de los casos, porque en otros se rozó el sonrojo.

Como aquella temporada en la que la propiedad se empecinó, vistos los tristes resultados después de destituir injustamente a Rafa Berges, en que el equipo realizara el viaje de ida y de vuelta en autobús, llegando a Los Pajaritos con el tiempo suficiente para cambiarse y calentar. Era el final de temporada, todo el pescado estaba vendido y era la forma de transmitir el enfado para que los demás lo vieran.

O como aquel 3-0 encajado tras la destitución de Pablo Villa y el nuevo empecinamiento de la propiedad en nombrar a Luis Carrión como entrenador, aunque muchos le aconsejaban que aún no estaba hecho. Al final, los mismos que aconsejaban no meter al catalán en ese trance fueron los que decidieron traer al Chapi Ferrer tras encajar el conjunto cordobesista un claro 3-0 en el que mostraba síntomas de descomposición.

En algún viaje a Soria hubo tiempo, incluso, para la tragicomedia, aquel 5-0 que encajó el equipo de Jémez en la 2011/12 en un partido que, posiblemente, nunca debió celebrarse.

De modo que es un momento idóneo para cambiar ese aire de hastío, hasta de tristeza, que ha acompañado más de un viaje de vuelta desde Soria e, incluso, algún viaje de ida. Momento de recordar, por ejemplo, el único triunfo blanquiverde en tierras sorianas, hace ya más de tres lustros, por un claro 0-2. Militaba en aquel Córdoba Manuel Sánchez Murias, antecesor como entrenador en el Sporting de Gijón de José Ramón Sandoval, precisamente.

Un buen momento, el próximo sábado, para que el Córdoba diga adiós a la melancolía soriana.