Cuentan sus íntimos que desde hace unos meses Jaume Mir ya no era el que era, un hombre con una vitalidad increíble y que parecía mentir cada vez que decía su edad. 90 años tenía y este miércoles ha fallecido en su Barcelona natal. Y todavía se le ve detrás de un corredor con la publicidad del Bic, del Teka, el Festina o los últimos años, hasta el 2013, con el conjunto de Andalucía. Aún se le ve en el viejo 600, con el que cubrió su primer Tour, al volante de 'El Mundo Deportivo' (como se llamaba entonces el diario deportivo barcelonés) cuando todavía Federico Martín Bahamontes estaba en activo. Corrió tras los ganadores de las etapas durante 50 años y vio ganar a Jacques Anquetil, Eddy Merckx, Luis Ocaña, Bernard Hinault, Joop Zoetemelk, Laurent Fignon, Pedro Delgado, Miguel Induráin y hasta a Lance Armstrong.

Mir era muchas cosas, pero sobre todo una buena persona. Encontrarle un enemigo era tan difícil como localizar una aguja en un pajar. Sabía montar a caballo porque después de ser taxista y antes de convertirse en chófer ciclista, antes de muchas cosas y también de ser padre de familia, fue actor, el típico malo del 'espaguetti Western' de Almería que trabajo a las órdenes, nada menos, de Sergio Leone para aparecer en títulos de este género tan míticos como la mejor de las etapas de montaña del Tour y recordado por los cinéfilos como fue el caso de 'El Bueno, el Feo y el Malo' al lado de Clint Eastwood.

NO TENÍA PACTO CON EL DIABLO

Fue, es y será el hombre del bigote, el que ha desmitificado lo que muchos creían, que Jaume Mir tenía un pacto con el diablo y que jamás envejecía, ni cuando decidió jubilarse a principios de esta década, aunque hasta que pudo se dejó ver, sobre todo en la Volta a Catalunya, carrera que amaba tanto o más que el Tour, el Giro o la Vuelta. Cuando desapareció el equipo de Andalucía en el 2013, Mir decidió pasarse por la Seguridad Social y dejar de trabajar. Atrás quedó ya una época para la historia y los libros de ciclismo, desde los míticos tiempos del Bic, el equipo con el que Luis Ocaña ganó el Tour de 1973, pasando por el Kas, el Teka, luego el Festina y, por último, la escuadra andaluza.

Mir tenía la habilidad, por ello le pagaban, de saberse situar detrás de los campeones de cada etapa, o del líder de la prueba, si hacía falta. Fue un precursor en el arte de la publicidad y las relaciones públicas. Daba igual quién ganara. Él siempre estaba allí para colocarse, para chupar cámara y para que el equipo que le pagaba, gracias a él, tuviera propaganda gratuita, sobre todo en la tele, pero también en los diarios. Si se va a una hemeroteca y se repasan las hojas amarillentas de los periódicos de los años 60, 70 y 80, se buscan las páginas de ciclismo, y se miran las fotos, allí siempre estará Mir detrás del campeón, de Fuente, de López Carril, de Pesarrodona, de Pérez Francés, de Perurena, de Gimondi, de Thévenet, de Van Impe, de Roche, de Lemond e incluso de Contador y Valverde. Mir formó parte de los cromos de ciclismo.

EL DESIERTO DE ALMERÍA

Y Mir también era 'Taxi Key', el apodo -venía de una serie radiofónica de 'Radio Barcelona' de finales de los años 40 del siglo pasado con un detective que había sido taxista-, que lo acompañó durante casi seis décadas. Pero también era el Mir actor, que conocía Tabernas, el desierto de Almería, como las calles de Barcelona. En una noche de insomnio ciclista, si se coincidía con él, le encantaba contar su experiencia ante las cámaras, cómo había aprendido a caer del caballo y a poner, pese a no tenerla, cara de mala leche, para ser el más malo mala sombra de toda la historia, desde que se inventó el cinematógrafo. Y cuando se le preguntaba "¿quién ha sido el mejor ciclista de la historia?" su respuesta nunca cambiaba: "Ocaña".

El tenía en casa una bici. Ya hacía años que no se atrevía a salir a la calle o a la carretera. Era un regalo del equipo Teka, de sus muchos años en la escuadra cántabra que hizo historia en este deporte. Hacía 'rodillo', la había convertido en bici estática. Ahora ya podrá pedalear por el cielo con su amigo Luis.