Al contrario de lo que les ocurre a todos los personajes (menos uno) de la última película de Danny Boyle (Trainspotting, Slumdog Millionaire...), esta cinta despertó en mí bastantes recuerdos relacionados con la banda de Liverpool: el descubrimiento de sus canciones, las reproducciones fotográficas de las portadas que empapelaban el dormitorio de adolescente que compartía con alguno de mis hermanos, la interpretación de muchos de sus temas con mi primer grupo musical... En fin, recuerdos de otros tiempos ya lejanos. Los mismos que no existen en Yesterday, pues la película se basa en una idea genial que Richard Curtis (guionista del filme y responsable de comedias tan exitosas como Cuatro bodas y un funeral o Notting Hill, entre otras muchas) encontró en una historia de Jack Barth: qué ocurriría si nadie recordara la existencia de los Beatles excepto un deprimido y frustrado cantante sin éxito. Y para justificarlo todo se inventan un accidente en que un autobús impacta con la bicicleta del joven cantautor que, al despertar, encuentra un mundo donde cada vez que interpreta cualquier canción de Lennon y McCartney se convierte en éxito para él.

Por otro lado, está la que fuera su primera mánager y chica para todo, que ve cómo, poco a poco, se aleja de ella para emprender carrera en Hollywood, aunque acompañado de un fondo de tristeza y soledad, añorando en lo más profundo el amor que sentía por ella. Y he ahí la cuestión, el dilema del protagonista (Himesh Patel, quien además de actuar, canta cada una de las canciones que interpreta guitarra en mano): amor frente a fama y éxito millonario. La película, muy bien narrada y filmada, se ve con agrado y podría ser uno de los éxitos de este verano, ya que su frescura invita a verla y, sobre todo, oírla. Despierta la nostalgia y coloca una sonrisa en la boca del espectador, que no se sentirá defraudado. Y todo el secreto de la cuestión está ahí, en esa idea genial que pone en movimiento un guión de lo más original.