El regalo de Navidad para los aficionados al buen cine de este año es la última película de Woody Allen (genial incluso cuando tira de oficio). Aunque también podría serlo para los buenos amantes del teatro, pues puede considerarse todo un homenaje a la dramaturgia norteamericana de mediados del siglo pasado, incluyendo, asimismo, algún que otro guiño a Chéjov y compañía. Por lo pronto, el narrador de la historia es un socorrista playero de Coney Island, que pasa las horas leyendo ensayos sobre Hamlet y Edipo, con aspiraciones a dramaturgo, interpretado por Justin Timberlake.

Por cierto, muy hermoso y colorista el plano general de presentación de la cinta y del personaje en medio de una vorágine de bañistas fotografiados con la maestría del gran Vittorio Storaro. La protagonista del relato, la admirable Kate Winslet, parece recién salida de una obra de Tennessee Williams (concretamente, la Blanche DuBois de Un tranvía llamado deseo) con ciertas reminiscencias de la amargada que hiciera Cate Blanchett en Blue Jasmine, aunque realmente pasa las horas frustrada como camarera sirviendo almejas. Añorando su otra vida, cuando hacía algún que otro papelito enamorada de un batería, y deseando dedicarse a la escena, ahora vive junto a un marido al que no desea y pendiente de un hijo pirómano. La cosa se complicará cuando el destino una al aspirante a escritor con la actriz frustrada y llegue la hija de su actual marido, perseguida por unos matones después de separarse del mafioso con el que se casó.

Un ritmo con brío suficiente como para que la película pase sin darnos cuenta, como suele ser marca de la casa, con una planificación de lo más ágil, más pendiente del tempo que de la continuidad en detalles, empujando a los personajes hasta donde suele hacerlo la tragedia; eso sí, con un tono de comedia. No podemos olvidar el trabajo de un secundario como es James Belushi, ese encargado del tiovivo del parque de atracciones que da título a este filme situado en 1950. No obstante, la gran destreza de Woody Allen como director de actores hace que todo el reparto brille.