David Ilundain, director de «B» (la película que ponía en imagen la obra de teatro de Jordi Casanovas sobre el proceso judicial que enfrentó a Luis Barcenas con el juez Ruz), vuelve con esta cinta después de un lustro. Posee cierto aire de cine francés, posiblemente porque esta cinematografía ha tratado muy bien la temática de la educación (Hoy empieza todo, La clase, La profesora de Historia, Ser y tener…) retratando con acierto la convivencia entre la comunidad educativa y la relación profesor-alumno. En Uno para todos, el protagonista es un profesor interino que es solicitado para cubrir una sustitución en un colegio de una población aragonesa. No se lo piensa y llega conduciendo su utilitario en plena noche a la plaza donde está ubicado el centro escolar, aparca y se echa a dormir en el vehículo con la incertidumbre de un futuro inmediato e incierto y un doloroso pasado en la mochila. Amanece y entra en lo que será su vida por unos meses. Una vez allí, se habrá de enfrentar a un problema en el aula que poco a poco se hará inmenso: un alumno ausente por una grave enfermedad al que sus compañeros no aceptan y al que habrá que volver a insertar en el aula. El tipo que construye David Verdaguer (actor que también podemos ver actualmente en Salir del ropero se asemeja en sus andares a los de un cowboy, en su apariencia física un tanto desaliñada consigue meterse en el bolsillo al espectador y a la clase, aunque después de salvar grandes obstáculos para un docente recién llegado. Como telón de fondo encontramos la inexistente relación del protagonista con su familia después del fallecimiento del padre, una carga que le atormenta la existencia. Guion bien escrito, elección muy adecuada del casting (los chicos están todos magníficos, así como los compañeros que componen el claustro), realización que descubre una mirada limpia y transparente en este drama social con apariencia de western. Muy recomendable producción, pues, que retrata con precisión la incierta experiencia laboral del docente interino.