Durante la mañana, se incluyeron tres ponencias en las que se plantearon temas como la relación entre patrimonio y turismo, su control, límites y capacidad de convivencia con el propio legado histórico. Así, según señaló el arquitecto Juan Miguel Hernández, que se encargó de hacer un resumen de las conferencias, «el turismo puede ser medicina, pero también puede ser veneno», aunque siempre implica una recuperación de la atención de la tutela patrimonial como un recurso económico y financiero. Por tanto, el turismo de masas supone un elemento positivo para la Administración y la ciudadanía hacia la herencia, pero, al mismo tiempo, también comporta riesgos. Otro de los temas que salió a la palestra fueron los cien años que han pasado desde el redescubrimiento de Medina Azahara, donde han ido cambiado los enfoques metodológicos.

El historiador italiano Francesco Dal Co puso sobre la mesa la confrontación entre el lenguaje contemporáneo y el contexto donde se inserta, y el hecho de que la arquitectura contemporánea debe transformar no solo la realidad, sino también el patrimonio. En este aspecto, la arquitecta Fuensanta Nieto defendió y analizó el trabajo que realizó en el museo de Medina Azahara, asegurando que es posible «ese diálogo y convivencia entre una arquitectura contemporánea y un patrimonio preexistente». «La idea era establecer un diálogo entre ambos», dijo la arquitecta, que aseguró que «aquí hemos trabajado como arqueólogos en lugar de cómo arquitectos». Por su parte, la también arquitecta Ángela García de Paredes insistió en la reconciliación de arquitetucra y arqueología, no solo en los edificios, sino en el paisaje, porque «la arquitectura también habla del tiempo.