El Gran Teatro ha traído este fin de semana la obra original de Antonio Rojano: Hombres que escriben en habitaciones pequeñas. Dirigida por Víctor Conde e interpretada por Cristina Alarcón, Esperanza Elipe, Angy Fernández y Secun de la Rosa, se trata de una coproducción entre el Centro Dramático Nacional, Entrecajas Producciones Teatrales, Avance Producciones Teatrales y García-Pérez Producciones.

Llegando hasta las raíces del texto, podemos ver que nos lleva a reflexionar sobre nosotros y nuestros miedos. Sobre lo que está ocurriendo en este momento y lo que podría acaecer si la historia hubiese cambiado tan solo un poco en algún instante. Se plantea inmediatamente si podemos cambiar el rumbo de los acontecimientos y ¿podríamos intervenir para llevarlo a cabo?

Hombres que escriben en habitaciones pequeñas plantea esta cuestión desde un punto de vista aderezado con humor. La trama es simple, con unos personajes actuales muy reconocibles: una becaria que cobra cuando la suerte le ayuda, una eficaz y eficiente empleada, y una funcionaria competente cuya vida laboral se está acabando, forman el corpus de una oscura agencia de espías cuya oficina en el subsuelo parece sacada de la imaginación de Ibáñez y su TIA. Para llevar a cabo la misión encomendada secuestran a quien supuestamente va a resolver el problema: un vendedor de comida rápida que hace sus pinitos como novelista y que ha escrito lo que parece ser la solución al problema: eliminar a la persona que planea los hechos que ocurren, mediante un magnicidio para buscar sueños de justicia.

La obra es entretenida, divertida por sus muchas frases en las que podemos reconocernos; con un lenguaje a veces mordaz y exagerado a través del que se matiza la separación entre el bien y el mal. Tiene buen ritmo y una muy ajustada interpretación por parte de todo el elenco, que se vuelca en dar credibilidad a cada uno de los papeles, dejándose notar un poco más el monólogo de Secun de la Rosa, en el que explica la historia que ha inventado para su novela, que supone el inicio de su secuestro y posterior ejecución del plan maestro de las espías.

Una obra entretenida, con la que se pasa el tiempo sin pedir más. Termina casi igual que empieza y casi todo queda en el aire, pero sin dejar lugar al tedio y al bostezo. De agradecer.