El esperado concierto de Tomatito y José Mercé, dos pilares del arte flamenco, cumplió las expectativas de un público que, como se esperaba, casi llenó el Teatro de la Axerquía. Dos colosos cuyo hermanamiento viene de lejos y que se ha concretado en este trabajo en el que los dos ejercen un protagonismo equilibrado y contundente a la vez, poniendo el énfasis en esta forma transgresora de algunas de las piezas, aunque el clasicismo más exigente iniciado por Mercé con una ronda de tonás, a la que siguieron las flamenquísimas soleás y la seguiriya de Manuel Molina, siempre refiriéndose la pérdida de su hijo Curro, además de unos fandangos que pusieron el acento en que esa búsqueda de la verdad, sería lo que conduciría a este gran concierto.

Pero qué duda cabe que para el acercamiento a los grandes públicos hay que ofrecer también otros temas no necesariamente insertos en inamovibles ortodoxias y que, sin duda, han cimentado la fama de ambos artistas, y muy especialmente la del gran cantaor jerezano, que, después de interpretar temas importantes de este trabajo conjunto, el disco De verdad, ofreció varios bises en los que no podía faltar ese famoso Aire, un tema que fue coreado por el público.

Como siempre, la guitarra de Tomatito fue exuberante, marcando las pautas del desarrollo del concierto, en el que su joven vástago, al que auguramos un futuro solido en su carrera, interpretó la Zambra del Niño de Miguel.

Antes, José Mercé, además de otros cantes, interpretó la suya dedicada a Lola Flores, pieza que recoge los generosos tópicos calificativos que acompañaron el amplio recorrido artístico de La Faraona. Merce y Tomatito, Tomatito y Mercé. Dos grandes artistas unidos en ese trabajo, en el que la tradición y el vanguardismo van unidos indisolublemente como demostración de que es posible conjugar ambos conceptos en la variada oferta que vimos y sentimos el pasado miércoles en el Teatro de la Axerquía.