La primera imagen del filme que nos llega, en un estupendo blanco y negro, es la de la protagonista empuñando un arma que apunta a cámara directamente. A continuación, el título. Y todo lo que vendrá después durante los 71 minutos que dura la puesta en escena de la celebración que reúne a un grupo de amigos de la recién nombrada ministra del ejecutivo británico que encarna Kristin Scott Thomas, será una sucesión de escenas armadas con una excelente dramaturgia donde no faltarán los conflictos, giros y sorpresas dramáticas, con un ritmo endiablado donde no habrá respiro alguno para el espectador. Un espacio (la casa de la anfitriona), un tiempo -más o menos coinciden narrativo y filmado- y un grupo de personajes interpretados por un reparto magnífico que harán las delicias de un público que no solo estará entretenido con los hechos que se nos cuentan sino que también podrá reflexionar a la vez que se lanzan inteligentes diálogos. Habrá quien piense que asiste a una sesión de teatro filmado, aunque la película no está basada en ningún texto dramático. No es la primera vez que vemos en un filme un grupo de amigos reunidos para pasarlo bien que terminan tirándose los trastos a la cabeza, después de pasar por diferentes situaciones y revelaciones que influirán en el comportamiento de ellos. Se me ocurre, sin ir más lejos, Los amigos de Peter (1992) de Kenneth Branagh.

Sally Potter, realizadora que muchos recordarán por llevar a la gran pantalla la literatura de Virginia Woolf en Orlando (1992), ha construido una excelente película de cámara con un guión escrito por ella misma donde no faltan situaciones que nos harán subir y bajar emocionalmente como en una montaña rusa, exclusivamente basado en la palabra como único recurso narrativo, a la vez que se ha sabido rodear de unos actores y actrices en estado de gracia como Patricia Clarkson, Bruno Ganz, Timothy Spall, Cherry Jones, Emily Mortimer, Cillian Murphy y la ya nombrada Scott Thomas.