«Esto es un cachito de Andalucía, nuestro Corral de la Morería» afirma con pasión un grupo de jóvenes iraníes que ha encontrado en el flamenco una forma de vida, pese a las limitaciones al cante y al baile que imperan en Irán. Su centro de actuación: la llamada Escuela chica flamenca de Teherán. En un apartamento del centro de la capital iraní, estos jóvenes se sumergen en el arte español por excelencia, por el que cada vez hay más afición en el país persa. «Nosotros hemos creado aquí el ambiente flamenco, que era lo que nos faltaba. Cuando cruzamos esa puerta es otro mundo, pensamos que estamos en Andalucía porque compartimos el mismo interés y el mismo gusto», explica el guitarrista Puria Nikpana, de 30 años.

Este músico, que también es profesor de español en una universidad de Teherán, descubrió el flamenco hace unos 17 años, cuando un amigo le dio una cinta del español Juan Martín, autor de un conocido método pedagógico de guitarra y casi el único que se encontraba en Irán. Nikpana, apodado Pepe, no pudo dormir esa noche: «Me lo puse cuando me iba a la cama y el primer acorde me sonó como algo muy mío», asegura en un perfecto español con acento andaluz. En ese momento, decidió apuntarse a clases de guitarra clásica, como todos los aficionados de Irán que se forman para ser concertistas, pero sin tener conocimientos de lo que considera «el flamenco verdadero», que son el cante y el baile.

«Empezamos con la guitarra y llegó un punto en que necesitábamos saber algo más que la partitura y la teoría de la música porque tocábamos las piezas, pero no nos salía como a los españoles. Y ese es el momento en el que te das cuenta de que hay otra cosa más especial: el cante», cuenta.

La solución la halló hace unos cuatro años en Rahim Yafarí, «el maestro», quien volvió a Irán después de estudiar flamenco, primero en Estados Unidos y después durante una década en Sevilla, con la ilusión de trasmitir su pasión a los aficionados iraníes. La Fundación Cristina Heeren de arte flamenco y el estudio de baile de Andrés Marín fueron los lugares que le permitieron «estar con los mejores» y conocer a Enrique Soto, Jose de la Tomasa y Rocío Márquez, entre otros.

«Como yo había aprendido otra forma de ver el flamenco que no era habitual aquí en Irán, quise aportar esa enseñanza que me habían dejado en España a ellos (los alumnos iraníes) para que puedan avanzar un poquito más», explica Yafarí.

Así surgió la Escuela chica flamenca de Teherán, cuyo primer alumno fue Pepe y que ahora cuenta con más de 25 estudiantes que asisten a clases de guitarra de distintos niveles, de compás, de palmas y de acompañamiento al cante. «Es una lástima que en Irán no se pueda tener baile porque hay mucha afición», sentencia Yafarí sobre la disciplina que falta en su escuela y cuyo acompañamiento deben suplir mediante vídeos al no contar con bailaores. En Irán rigen una serie de normas conservadoras que restringen el baile y prohíben el cante a las mujeres ante un público masculino. Por eso, de España han ido solo guitarristas hombres como Diego del Morao o Antonio Rey, quien ha colaborado varias veces con la escuela de Yafarí. Aunque todos echan en falta la visita de más artistas españoles y de espectáculos con cante y baile.