Córdoba ha vivido el mismo declive que el resto de ciudades españolas en el negocio de los videoclubs, pero aún puede presumir de albergar a uno de los 300 supervivientes del país. Se trata del Videoclub Mary, que abrió sus puertas en la calle López, 2, en el barrio de Santa Rosa, hace 38 años y hoy continúa haciendo soñar con el séptimo arte a sus «escasos» clientes. «El negocio era de mis padres, yo lo heredé y llevo al frente unos 20 años», dice Rafael Verde, que ha vivido de cerca la caída de la demanda en este sector desde que aparecieran «las descargas, el pirateo y, sobre todo, la llegada de las plataformas digitales». Verde recuerda que en el año 2000 había un centenar de videoclubs en Córdoba, que, poco a poco, han ido cerrando.

«Nos hemos mantenido algunos durante los últimos años, pero la aparición de Netflix y otras plataformas fue el remate», dice Verde, que recuerda que el último videoclub que ha desaparecido en Córdoba ha sido el Byss Byss, que cerró hace poco menos de seis meses después de 30 años de andadura. «Cuando supe de este cierre, pensé que yo seré el siguiente» porque «esto no tiene ningún futuro», prosigue el dueño del Videoclub Mary, que sobrevive porque su dueño ha decidido abrir el negocio hacia otros productos culturales, como libros, cómics o música. En cuanto a los clientes que aún acuden a este tipo de establecimientos, Verde asegura que, de vez en cuando, alguien se interesa por algún clásico que quiera revisar, pero, en general, el gusto de sus clientes es el mismo que el de los espectadores de sala: los estrenos. En ese sentido, Verde se congratula de poder ofrecer cierto número cada semana, antes de que lleguen a las plataformas. «Es una pequeña ventaja, la única», reconoce Verde, que ofrece unas 3.000 películas en su establecimiento.