¿Es un pájaro? ¿Es un avión? No, es Superlópez. Y haciendo honor a la parodia de Superman que lo inspiró en su nacimiento -allá por 1973, hace más de 45 años- llegó de bebé, bautizado como Jo-Con-Él (que no Jor-El), en una nave espacial originaria del planeta Chitón (que no Krypton) y fue adoptado por los López (que no los Kent). Aunque su padre, en realidad, fue otro López, Juan, eternamente conocido como Jan, aunque él insiste en que el apellido fue casualidad. «Me tocó parodiar a Superman con instrucciones básicas de hacer chistes cortos, sin palabras y lo hice deprisa y corriendo, con línea de rotring sobre folios A4, porque me iba de viaje, y no tenía muchas ganas. En aquel momento no pensé que fuera a más», contaba Jan (1939) hace unos años sobre el encargo que le hizo Antonio Martín para la editorial barcelonesa Euredit. Aunque pronto vio que el personaje «tenía potencial para ser popular», revela en El gran libro de Superlópez, coordinado por Antoni Guiral (Bruguera), con la colaboración del dibujante, que acaba de llegar a las librerías coincidiendo con el estreno de la película.

El traje rojo

Y lo llevó a Bruguera, donde, como «no soportaba aquellos guiones» que le parecían «estúpidos», acabó escribiéndolos él mismo (y hasta hoy) aunque en los inicios tuviera a guionistas como Conti y, sobre todo, Efepé, con quien conectó tan bien que en 1979 dibujó el Supergrupo, con personajes que parodiaban a héroes de Marvel en comandita al principio con Superlópez, en una serie que retomarían en el 2013. Y ahí sigue el superhéroe juvenil, con más de 70 álbumes (algunos memorables, como La caja de Pandora, Los cabecicubos o El ladrón del tiempo) y subiendo (este año ha lanzado tres y tiene otro a punto), y cosechando multitudinarias sesiones de firmas.

Superlópez, que «destila ternura, imperfección, verosimilitud e inquietud», constata Guiral, se oculta tras un gris y bonachón oficinista, fan del Parchelona FC, novio de la quisquillosa Luisa Lanas y tan eternamente despistado que cada mañana le pide al taquillero del metro un café con leche y un cruasán. Eso sí, cuando luce el traje rojo y azul da rienda suelta a su superpoderes contra villanos como Al Trapone o Caracortada. Pero a través del humor y la acción Jan trata cuestiones de actualidad en las que transmite sus preocupaciones y su visión del mundo, tomando partido con una fuerte carga de crítica social.

De ahí cómics sobre la crisis económica, las hipotecas y los desahucios, las drogas, las sectas, la inmigración o incluso el reclutamiento de jóvenes por los yihadistas y los atentados terroristas. «No me considero un enamorado de mis personajes sino de las historias que he contado con ellos», aseguraba Jan en una entrevista a este diario el pasado abril.

«Siempre he intentado con mis temas pensar en los chicos de 12 a 18 años a los que dirijo mis historias, sin menoscabo de que las lean los más adultos. Suelo decir que hago pedagogía, pero no impongo mis criterios, cada uno debe tener el suyo», aclaraba el autor de la serie infantil Pulgarcito y Gran Premio del Salón del Cómic de Barcelona 2002, festival que en la pasada edición le dedicó una exposición de homenaje. La próxima entrega, La isla de la basura, sobre los plásticos en el ecosistema. Siempre con un Superlópez haciendo el símbolo de los cuernos con los dedos. Con él, dice, «buscaba expresividad».