Con un Gran Teatro lleno de público y expectativas, la Orquesta de Córdoba presentó la temporada 2019-2020 bajo la dirección y con la alocución de su director titular, Carlos Domínguez-Nieto, quien -al igual que en la presentación de la temporada pasada, aunque no de forma tan exhaustiva- hizo una aproximación musical a los autores y obras que se interpretarán en los conciertos y una amena explicación --parecía sentirse cómodo comunicando su trabajo-- del porqué de esas obras en esta temporada.

Con la calculada incertidumbre de no saber qué obras iba a escuchar --el programa de mano se entregó al final del concierto--, el público pudo escuchar en primer lugar la obertura de Rey Stephan, Op. 67 de Beethoven, una breve obra característicamente beethoveniana que sirvió para avanzar la celebración del 250 aniversario del nacimiento del autor y la interpretación de su imponente Missa solemnis en el octavo concierto de abono.

La breve Talía: naranjos y olivos de Turina sonó en transcripción para orquesta de cuerda presentando las obras españolas que se escucharán, tras lo cual se interpretó el preludio de la zarzuela El patio de los naranjos, de Pablo Luna, una de las dos que ofrecerá la formación cordobesa en la temporada.

Las colaboraciones con otras instituciones musicales de Córdoba trufan el programa, de ello será ejemplo la muy interesante interpretación de La historia de un soldado de Stravinsky en su versión representada con actores que se prevé para el décimo concierto, aludida en el concierto al sonar la Marcha del soldado.

El variado programa y el buen sonido de la orquesta resultaban evidentes a estas alturas de la velada, que nos trajo a continuación la obertura del Cuento de la bella Melusina de Mendelssohn: empaste, equilibrio, articulación, tempi. Estamos en un lugar muy similar al final de la temporada pasada. Con la obertura de La flauta mágica se anunció su representación y la de otra ópera de título aún por desvelar. La formación cordobesa finalizó el concierto interpretando Le tombeau de Couperin de Ravel, dejando rastro de un programa variado e inteligente, sugestivo y seductor que el director glosó con soltura y complicidad con su público.