José Carlos Aranda es doctor en Ciencias de la Educación y Filosofía y Letras, y académico de la Real Academia de Córdoba. La búsqueda de un método atractivo para enseñar a sus alumnos a entender la sintaxis le ha llevado a confeccionar Manual para una perfecta sintaxis (Grupo Almuzara), que se publicará el próximo otoño.

-¿Qué le ha motivado a escribir ‘Manual para una perfecta sintaxis’?

-Llevo 35 años peleándome por encontrar un método con el que enseñar a mis alumnos. Es un libro didáctico y testado en el aula.

-¿De qué manera cree que se podría hacer el estudio de la sintaxis en las aulas más atractivo?

-Es lo que he intentado que ocurra en mi libro. Explicar la sintaxis desde lo más simple a lo más complejo. En mi blog intento hacer algo parecido, sumando la interactividad con mis alumnos. Que puedan resolver sus dudas e interactuar en el aprendizaje.

-Es una parte de la asignatura que al alumno o se le da muy bien o se le da muy mal. ¿Por qué cree que ocurre?

-Yo creo que la clave real está en el profesor que te enseña. Es muy importante que te transmita, te explique las cosas con ilusión, demostrándote la importancia de lo que te enseña. La sintaxis demuestra cómo la organización de las palabras lo es todo en la comunicación.

-¿Cómo de importante es el estudio de la sintaxis lingüística en la práctica comunicativa?

-Dominar bien la sintaxis concede un plus magnífico para comprender aquello que está leyendo. No solo a través de la sintaxis dominamos la comunicación interpersonal, sino una más importante: la intrapersonal, la de elaboración de un pensamiento lógico.

-¿Cuáles son las claves para elaborar un mensaje correcto?

-La sencillez. Los españoles tenemos una tendencia nefasta de elaborar un mensaje de forma indefinida, con frases excesivamente largas que nos llevan a la subordinación para enlazar todas las ideas que nos vienen a la mente. También pienso que se está dejando de leer en aras del abuso de las redes sociales, donde hay mucho más lenguaje dialógico, pero no una construcción del mensaje lógico concreto. En 140 caracteres puedes expresar una idea, pero no un razonamiento.

-¿Por qué cree que se dan errores gramaticales como el dequeísmo o el laísmo?

-Por desconocimiento y por falta de atención. La ignorancia, además, es muy soberbia. También hay mucha falta de preocupación por hacer las cosas bien. Yo siempre le digo a mis alumnos que se pueden hacer las cosas bien, pero si se pueden hacer excelentes, ¿por qué no?

-¿Qué piensa sobre la eliminación de la tilde diacrítica en palabras como ‘solo’?

-Esto es un tema de simplificación. Estamos viviendo un periodo bastante convulso dentro de la Real Academia. Nosotros no somos los dueños del idioma, hemos de contar con que es un idioma hablado por 570 millones de personas. Se trata de consensuar las normas en el mundo hispanohablante. Este es el idioma más rico que la historia del mundo ha dado, y está en expansión.

-¿Cómo de importante es una correcta sintaxis y ortografía de la lengua para que la comunicación sea fructífera?

-Claro que te entiendes, pero hay distintos niveles de compresión dependiendo de quien lo recibe. Hay un nivel de compresión base que es el que usamos para interactuar con las relaciones humanas, pero hay otro mucho más profundo, que es cuando tratamos de analizar también emociones; ahí es donde tienes que usar oraciones lógicas. Hay niveles y niveles, si quieres leer a Clarín o Pérez Reverte tienes que estar acostumbrado a mantener la atención sostenida sobre el mensaje para que adquiera un significado. La palabra aislada por sí mismo no significa nada.

-¿Hasta qué punto tenemos que dejar que el lenguaje evolucione con la sociedad y hasta qué punto respetar sus orígenes?

-Hay que ser muy prudente porque existe la norma y el código. Muchas veces se critica a la RAE que dé entradas a palabras como almóndiga o que no deje entrar a otras que socialmente parecen muy aceptadas. Pero hemos de entender que no solo se trata de un sistema de comunicación actual, sino de una forma de comunicarnos con quienes vivieron 500 años antes que nosotros. Podemos leer a Quevedo y Cervantes en el año 2018. Tenemos que tener mucho cuidado en generar cambios que dificulten la relación que tienen las generaciones actuales con lo que es su patrimonio cultural. La lectura es un diálogo abierto con quienes nos precedieron y con quienes siempre podremos volver a dialogar cuando nos haga falta.

-¿Cree que el masculino genérico está justificado por una cuestión de economía lingüística, o es realmente necesario adaptar los libros institucionales al lenguaje inclusivo?

-No hay que justificarlo. Se confunde mucho género y sexo. Hay muchas profesiones tradicionalmente masculinas que acaban en a, muchos ciclistas, lingüísticas, atletas…Como bien dijo Ignacio Bosque: «El lenguaje no es machista, sino que nosotros hacemos usos machistas del lenguaje». Se habla mucho de este tema pero de forma poco reflexiva.

-¿El lenguaje construye al pensamiento o al revés?

-Las emociones construyen el pensamiento. Nosotros interpretamos la realidad en base a las emociones que sentimos. A partir de ahí, buscamos un razonamiento a nuestras emociones. Lo que la emoción dicta te lo demuestra la razón, es humano justificar por qué te sientes de determinadas maneras. Hay que aprender esto para no ser víctima de tus emociones. Es ahí donde entra en juego el lenguaje para acallar las emociones.

-Noam Chomsky dijo que el lenguaje de las personas es algo innato, ¿está usted de acuerdo?

-No estoy de acuerdo. Sí lo estoy en la existencia del lenguaje como capacidad de aprendizaje es innato, y es algo maravilloso basado en la plasticidad cerebral, es decir, que el niño aprende a hablar por imitación. Esto es una garantía de supervivencia para el ser humano, que nace indefenso por inmadurez. Pero no estoy de acuerdo en esas estructuras universales del lenguaje que buscaba Chomsky, eso no lo comparto.