Cuando el rockero Miguel Ríos paseaba sus Conciertos de rock y amor por la geografía española de los 70 del pasado siglo, hubo no pocos lugares en los que su innovadora manera de ver las cosas provocó actitudes de rechazo, tanto en la crítica acomodada a la mordaza de la época, como en la gente poco receptiva a los cambios en el difícil panorama cultural de los últimos años de la dictadura. Miguel Ríos pertenecía, entonces y ahora, a ese tipo de personas que contribuye a propagar el aire fresco que, hace tiempo, no para de abrir y ensanchar cada vez más las grandes avenidas de la libertad en este país.

Casi nada de aquel contexto histórico persiste hoy entre nosotros. Pero sigue latente siempre la posibilidad de la incomprensión cuando se trata de abrir caminos. Una actitud que mengua paulatinamente cuanto mayor es el deseo de acercarse a lo que se nos propone, para comprenderlo y, si es el caso, participar sin prejuicios.

La propuesta cultural ha tenido lugar en esta ocasión en El Carpio, durante los días 19 al 30 de julio, bajo la denominación de Scarpia, III Jornadas de intervención artística en el espacio urbano y natural , dos semanas para aprender escuchando ponencias de personalidades del arte actual (Angel García Roldán, Santiago Navarro, Paco Pérez Valencia, Juan Cuenca, Manuel Muñoz) y para realizar actuaciones sobre la cotidianidad del pueblo utilizando los medios comunes y buscando el giro simple del arte (Richard Long). La intención de los directores de las jornadas, Miguel Moreno y Antonio Sánchez, ha sido difundir las disciplinas artísticas contemporáneas desde una perspectiva cotidiana y poner a disposición de todos ese guiño del arte que puede estar escondido en cualquier rincón de la vida diaria.

Introducir el arte contemporáneo en contextos no preparados, teóricamente, para ello produce resultados en los que la sorpresa, y puede que hasta la perplejidad, entran en escena comúnmente. Nadie ha quedado impasible ante la contemplación de un maniquí colgado de la torre de Garci Méndez o de una modelo semidesnuda embadurnada de pintura para mimetizarse con la pared o de una composición de azulejos colgando de la siempre solitaria pérgola del Palacio Ducal. Y así hasta una cuarentena de intervenciones producto de la originalidad y la sensibilidad de los participantes.

Todas, o casi todas, han reeditado el debate sobre el arte que estas jornadas tienen la virtud de suscitar entre los habitantes de El Carpio desde hace tres años. Y, como en toda controversia, las actitudes son dispares. Pero, se habla, se opina y se produce ese acercamiento de la gente hacia una propuesta innovadora y transgresora de la forma pretendidamente normal de entender el arte y la vida.

Las jornadas de Scarpia van progresivamente calando en la sociedad carpeña, ofreciendo una actitud abierta y tolerante hacia cualquier forma de manifestación artística, en definitiva, construyendo un espacio (físico y, también, del otro) de arte para la ciudadanía.