El historiador del cine Román Gubern, que acaba de publicar el libro Un cinéfilo en el Vaticano, y que se mueve entre la anécdota vivencial y las memorias históricas, considera que el Vaticano se encuentra hoy en una encrucijada, «con un largo pasado y un futuro incierto». Gubern, entonces director del Instituto Cervantes en Roma, formó parte de la comisión pontificia de expertos que elaboró una lista de las mejores películas de la historia con motivo de la celebración del centenario del cine, en la que era «un laico sospechoso», explicó el pasado viernes en la presentación del libro.

Agradecido por aquella invitación pontificia, Gubern no puede evitar la crítica y confesó que aceptó el encargo de Jorge Herralde de escribir el libro porque «habían pasado 25 años de los hechos narrados, que es un período de cautela de protección de la intimidad, y mi jefe en aquella comisión, el entonces arzobispo Foley, ya había fallecido, lo que me liberaba de las obligaciones morales de la prudencia».

La novela Un yanki en la corte del rey Arturo, de Mark Twain, fue «el modelo supratextual» que siguió para escribir este libro, sin abandonar el tono irónico y sarcástico de alguien que se vio sorprendido al descubrir «un Vaticano monumental, majestuoso, distante, cueva de secretos, enigmático y misterioso». Su participación en aquella comisión no fue una balsa de aceite, sino que hubo varios «desencuentros».