Ya a se veía venir. El gran éxito que supuso Bohemian Rhapsody presuponía una avalancha de películas biográficas sobre músicos de la historia del pop-rock. Y ya está aquí la primera, a propósito de Elton John. Dirigida por Dexter Fletcher (Amanece en Edimburgo, 2013), realizador que concluyó (después de desaparecer del rodaje Bryan Singer) el filme sobre Freddie Mercury, se aleja del concepto de su precedente, ya que aquí estamos más ante un musical que ante un biocpic, sobresaliendo los números musicales, más allá del drama familiar que vive el protagonista.

Rocketman arranca cuando el músico, disfrazado (como era habitual en sus actuaciones) con un extraño atuendo con alas y plumas, se fuga de un teatro para llegar hasta un centro de rehabilitación donde comenzará una terapia en la que se presenta como adicto al alcohol, drogas, sexo, compras,.. y, a partir de ahí, se abre el telón a mostrarnos su pasado a base de continuos saltos al pasado en la narrativa, desde su infancia donde se nos presenta como un genio del piano, los diferentes pasos que dará en su vida amorosa y musical (es reseñable la relación con su letrista), hasta llegar a donde ha llegado, sin despreciar determinados pasajes en los que se ponen en escena las facetas más oscuras del protagonista.

En este caso, Taron Egerton, el actor que da vida al músico y cantante, no sólo interpreta y mimetiza el aspecto físico y corporal del personaje, también pone su voz a disposición de cada tema musical. La actuación es francamente buena, así como la película se carga de emotividad con buenas dosis de nostalgia hacia los tiempos en que triunfaba Elton, un tiempo en que los discos aún conservaban verdadero valor para los más aficionados y con los que disfrutábamos de grandes momentos mágicos que nos salvaban de las adversidades.

Lo mejor de la producción, sin duda, está en cada una de las escenificaciones de cada número musical, llegando al punto más álgido cuando el protagonista, hastiado de todo, decide quitarse la vida.