Squizo Teatro presentó en la sala Duque de Rivas su versión de la obra La huella de la que es autor Anthony Shaffer. Siempre es un riesgo poner en escena una obra representada con éxito en muchos lugares. En este caso nos encontramos, además, con dos versiones cinematográficas a cual mejor: la adaptada por Mankiewicz y la del guión nacido de Harold Pinter, junto al duelo interpretativo entre Laurence Olivier y Michael Caine. Todo ello se salva perfectamente en esta función de Squizo.

La huella es una obra de teatro de intriga, de suspense, que se mueve entre lo policíaco y lo psicológico tocando todos los resortes entre el misterio y sus efectos en el público. Para ello, Chico Sánchez utiliza sabiamente y con medida todos los recursos a su alcance para resolver la puesta en escena de forma compleja y cautivante, imprimiendo un ritmo justo para provocar todas las emociones que la obra ofrece.

Para ello contó sobre el escenario con dos magníficos actores: Rafael López y Andrés R. Santiago, que se enfrentaron sin complejos al reto de La huella. Interpretan este texto muy bien dialogado, con frescura, totalmente sueltos, dominando el espacio escénico, disfrutando de cada frase en función de los distintos registros que deba utilizar cada uno en esta historia de venganza astuta y meditada, reflejando la forma de hablar según la situación cambiante de cada personaje. Movilidad con ritmo ágil entre una escenografía de interior, muy bien resuelta por Squizo, en la que todo está donde debe y no interrumpe la acción en los momentos en que el público busca la intriga. Ambos actores muestran todos sus recursos en este juego de destrucción mutua más allá de la intriga policíaca, de perversos rencores entre dos hombres que se odian a la vez que se atraen. Excelente.