Con la película The old man and the gun, de David Lowery, que llega a los cines españoles el próximo viernes, Robert Redford dice adiós a su larga carrera como actor. Un final muy revelador, ya que el filme, que narra la historia real de Forrest Tucker -un ladrón de bancos que pasó la mayor parte de su vida en la cárcel o intentando escapar de ella-, está repleto de guiños a su vida (casi) ejemplar. La carrera de Robert Redford, actor, galán, director, productor y creador del ecosistema de cine independiente conocido como Sundance Film Institute, puede dividirse en cinco momentos cruciales, tanto para la evolución de su estilo como de su permanencia durante décadas en lo más alto del star system estadounidense.

El primero llega en 1960, a la edad de 24 años (nació en Santa Mónica, California, en 1936), cuando debuta como actor en un episodio de la teleserie Maverick. El segundo -tras foguearse en el medio catódico con apariciones en Perry Mason, Encrucijada, Alfred Hitchcock presenta, La dimensión desconocida, El Virginiano y otras series estelares de los 60- se inicia con su aparición en La jauría humana (1966), contundente diatriba sobre la intolerancia y la violencia realizada por Arthur Penn en la que Redford aún estaba por debajo de sus compañeros de reparto: Marlon Brando, Jane Fonda y Angie Dickinson. Al mismo tiempo, Redford ya se había hecho un hueco en Broadway con un montaje de Descalzos por el parque, que en 1967 protagonizaría en la gran pantalla formando pareja también con Jane Fonda. Ahí terminan, según cuentan las crónicas, sus devaneos con una existencia más bohemia. El actor estaba a punto de dar su salto más significativo, la tercera etapa decisiva en su carrera. Para entonces, los patrones masculinos han cambiado radicalmente y Redford se apunta al nuevo estilo cuando en 1969 protagoniza con Paul Newman Dos hombres y un destino. Es un éxito rutilante y la pareja repitió con el mismo director, George Roy Hill, en El golpe (1973), filme modélico con el que Redford obtiene su primera y única nominación al Oscar como actor.

Nos acercamos poco a poco al cuarto momento decisivo en la vida y obra de Redford, que enfila los años 70 como el gran icono progresista de Hollywood y donde es determinante su pase a la realización. Tomando el relevo de otros actores tentados por la dirección, Redford dirige Gente corriente (1980), melodrama familiar extremadamente contenido que, ahora sí, le reporta el Oscar, esta vez como director. A partir de este momento escasearán sus trabajos actorales y se concentrará en la dirección y producción, aunque tampoco sin muchos agobios. Desde 1980 ha realizado tan solo nueve largometrajes. Y llegamos al quinto y quizá más decisivo momento en la trayectoria tan coherente de Redford.

En 1981, constatando los problemas que tienen los directores más jóvenes e independientes para llevar adelante sus proyectos, crea el Sundance Film Institute, con sede en Park City, Utah y Nueva York. Empieza siendo algo así como un laboratorio de ideas donde diversos escritores y cineastas presentan sus proyectos y encuentran ayudas para desarrollarlos. El nombre más prestigioso que inicia su andadura gracias al apoyo del instituto es Quentin Tarantino, que pule en sus dependencias, y bajo la batuta de directores como Monte Hellman, el guion de Reservoir dogs (1992).

Redford culminó todas sus aspiraciones con la creación del instituto y el festival Sundance. Y ahora David Lowery le dedica un homenaje a todo ello en The old man and the gun, realizado a la medida de Redford, icono aún a sus 82 años. Añadamos una vida ejemplar fuera de los platós tras una juventud más rebelde. Cero escándalos, pocos fracasos estrepitosos, afición al budismo y escasos papeles perdidos, precisamente, por ser tan guapo: Mike Nichols le desestimó como protagonista de El graduado porque pensó que con esa apariencia no tendría problema alguno para conseguir el amor de una chica, por lo que prefirió a Dustin Hoffman.