Fernando Sánchez-Cabezudo juega con las piezas de un bien diseñado puzle en el que se juntan los muy conseguidos textos de conocidos y consagrados dramaturgos con la sencillez de una escenografía que parte de una escena central en la que se muestra un estudio de radio, eje principal de Hablar por hablar, y que solo con pequeños toques traslada al espectador a un faro, a cualquier lugar de Madrid, a un rompeolas en Vigo o a lo alto de la Torre Eiffel en París. Todo crea la atmósfera propicia para que lo que se muestra sobre el escenario sea creíble.

Una iluminación tenue, envolvente, de cualquier madrugada, hace verdad la propuesta de la radio de ser la compañía que cada uno puede necesitar en un momento determinado para compartir, si el oyente así lo desea, penas y alegrías o hacerse cómplice de las de los demás. La noche es especial y la radio se hace compañera de quien está en vela para brindar la posibilidad de, con una llamada, apartar los miedos o la soledad. La radio invita a hacer realidad la necesidad de hablar, de desnudar el alma desde el anonimato si así se desea.

Hablar por hablar cuenta con un magnífico elenco que, con un trabajo muy bien asumido y dirigido, consigue sin fisuras y con tan solo cinco actores, que se implican con unos magníficos cambios físicos y de voz, presentar más de veinte personajes con verdad. Desde el marido que va a dejar a la locutora, pasando por un excelente hombre lobo que proyecta su sombra, el macarra que tiene sexo pero pagando o la inefable tía Enriqueta, que pone la carga más cómica a la función y arranca los aplausos del público.

Gracias a todos, Antonio Gil, Ángeles Martín, Samuel Viyuela, Carolina Yuste y Pepa Zaragoza, por este buen rato de teatro en la radio o de radio en el teatro, que me ha hecho recordar mis años en EAJ24 Radio Córdoba.