La noticia corrió como la pólvora el martes por la tarde. Mientras esperaba una decisión judicial que podría condenar al olvido la obra a la que ha dedicado todo su aliento, Terry Gilliam acababa de ser víctima de un derrame cerebral. ¿Lograría la película que fue destruyendo poco a poco su carrera acabar también con su vida? Resultó ser una falsa alarma, o casi. Su entorno se apresuró a asegurar que el director estadounidense había sido hospitalizado, sí, pero que ya estaba en casa, descansando. Y desde ahí recibiría ayer la buena noticia: finalmente esa película maldita, El hombre que mató a Don Quijote, sí podrá encargarse de clausurar el Festival de Cannes la semana que viene, como así estaba previsto.

La insensata idea de llevar a la pantalla la obra maestra de Cervantes, recordemos, ha permanecido alojada en el cerebro de Gilliam durante tres décadas, como un tumor inoperable, inexplicablemente inmune al desastre. Y a ojos del imaginario popular ese empeño ha convertido al director en alma gemela del Quijote. Sus películas, después de todo -Brazil (1985), Las aventuras del Barón Munchausen (1988), El rey pescador (1991)-, siempre han estado llenas de gente que pelea contra gigantes que en realidad son molinos de viento.

Empezó a obsesionarse con el ingenioso hidalgo en 1989, pero no fue hasta 1998 que se puso a trabajar efectivamente en una película sobre él. Desde el principio, el proyecto demostró estar gafado. Pese a que Johnny Depp había aceptado participar en él -en la piel de un ejecutivo de marketing enviado a la España del siglo XVII, donde Don Quijote lo confunde con Sancho Panza-, costó dos años encontrar a alguien que lo financiara. Pero fue al inicio de la filmación en España, en septiembre del 2000, que empezaron los verdaderos problemas. El actor Jean Rochefort, encargado de dar vida al héroe, sufrió una infección de próstata que lo dejó en estado agónico desde el primer día de rodaje. Al mismo tiempo, rápidamente quedó claro que la localización, cerca de una base militar, no era la adecuada: aviones de la OTAN sobrevolaban constantemente el set. Al día siguiente, una inundación se llevó por delante decorados y costoso equipo técnico. Y, posteriormente, Rochefort tuvo que ser trasladado al hospital para ser operado por una doble hernia. Cuando los inversores cerraron el grifo, la compañía aseguradora cerró la producción. Finalmente, de alguna manera, Terry Gilliam ha completado El hombre que mató a Don Quijote, con dinero español.