Rubens, Jan Brueghel, Rembrandt o Metsu pueden disfrutarse desde ayer en un recorrido más «coherente» gracias a la reordenación de la colección de pintura flamenca y holandesa del Museo del Prado y la apertura de ocho nuevas salas en el edificio Villanueva que suponen una ampliación del 10 %. Junto a ambas colecciones se inaugura también el histórico Tesoro del Delfín, una colección de «vasos ricos» en cristal de roca y piedras ornamentales que perteneció a Luis de Francia y que heredó Felipe V, primer Borbón español, en una deslumbrante vitrina circular de 40 metros de longitud.

La ejecución de estas nuevas instalaciones estaba contemplada en el plan de reordenación de las colecciones del museo 2009-2012 y ha sido un proceso largo y complejo, tanto desde el punto de vista material como conceptual, según los responsables del museo. El presidente del patronato del Prado, José Pedro Pérez Llorca, señaló que el próximo reto es el Salón de Reinos. «Ya veremos cuándo, pero lo vamos a conseguir», dijo tras recordar que en los presupuestos generales del Estado hay una consignación plurianual que contempla los gastos del proyecto de Norman Foster.

La colección de pintura flamenca del Prado es una de las más importantes del mundo y ocupa siete de las ocho salas reabiertas. Dos de ellas muestran importantes obras de Rubens (1577-1640), entre ellas las mitologías que pintó por encargo de Felipe IV para la Torre de la Parada, un pabellón de caza situado en el monte del Pardo en Madrid.

Alejandro Vergara, jefe de conservación de pintura flamenca y holandesa hasta 1700, aseguró que cada cuadro tiene una historia. Por ejemplo, el Saturno devorando a su hijo que inspiró a Goya; o la Danza de personajes mitológicos que contiene la idea de «la naturaleza como generadora de vida», típica de Rubens. Por otro lado, la sala dedicada a Jan Brueghel (1568-1625) permite observar la pincelada caligráfica y minuciosa de uno de los últimos herederos de Durero y su gama de colores suculentos.