El cineasta franco-polaco Roman Polanski volvió ayer a Cannes, terreno conocido y conquistado, con D’après une histoire vraie, un thriller protagonizado por su pareja, Emmanuelle Seigner, y por Eva Green, que convenció en su pase fuera de competición. Su relato de una novelista agotada y falta de inspiración tras el éxito de su última obra, que entabla una relación cada vez más tóxica con una admiradora y también escritora que trabaja de «negra» en el sector, está basada en la novela homónima de Delphine de Vigan. Cuatro años después de La Venus à la fourrure, que le valió el César a la mejor dirección y su selección en Cannes en competición, el realizador se dejó seducir por esa adaptación por el suspense del relato y la posibilidad de poner por primera vez, según contó en rueda de prensa, a dos mujeres enfrentadas como protagonistas.

La apuesta de la novelista de su cinta (Seigner) por la ficción o no como argumento de su siguiente novela es uno de los focos principales de conflicto con su antagonista (Green), que dijo no haberse podido negar a trabajar «con uno de los mejores directores del planeta». Pero el «basado en una historia real», como destaca el título de la película, es para Polanski una noción que hace aguas en la actualidad ante la avalancha de información disponible y la dificultad de confiar en ella. «Ya no puedes creer en la imagen como documento verídico, porque ahora puedes manipularla en minutos y mandarla a una cantidad ilimitada de gente. Creo que hay un ansia de veracidad, en un momento en que la audiencia de la radio y la televisión oye que la información en la que creyó ayer es totalmente falsa hoy», apuntó.

Polanski (París, 1933) señaló que no incluye en sus cintas su propia realidad: «No pienso en mi vida cuando trabajo en una película. Pienso en la historia que tengo que contar», explicó alguien que dijo no haberse visto enfrentado nunca a la situación que atraviesa la protagonista. «A veces he tenido a gente que desde el principio sentí que no eran personas que deberían ocupar un lugar en mi vida y luego se convirtieron en amigos o semiamigos, pero fui bastante consciente y conseguí mantener cierta distancia».

Por otro lado, en la víspera del fin de Cannes y cuando se pensaba que la competición ya había ofrecido todo lo interesante que tenía, llegaron la realizadora escocesa Lynne Ramsay y el actor Joaquin Phoenix y revolucionaron el festival con la intensa, brutal y brillante You were really never here. Una historia violenta y muy directa que en menos de hora y media apabulla al espectador, al que no deja indiferente. Un filme «breve, corto e intenso», como resaltó en rueda de prensa Ramsay, que aseguró sonriendo que «no quería aburrir al público de Cannes». Y desde luego lo ha logrado porque You were really never here, que ha provocado una fuerte división de opiniones entre la prensa que sigue el festival, es de todo menos aburrida.