Pablo Picasso, un andaluz robusto e inagotable que llevaba consigo la luz del sur, y Olga Khokhlova, una bella y delicada mujer llegada de la fría Rusia, fueron dos hijos de las migraciones culturales que se encontraron en Roma e iniciaron una relación que influyó en la obra del malagueño y en la historia del arte. En esa influencia bucea la nueva exposición temporal del Museo Picasso de Málaga, a través de 133 obras del artista y 218 objetos personales rescatados del baúl de viaje de aquella bailarina rusa que su hijo recibió al heredar la mansión de Boisgeloup. El más emocionado ayer en la presentación de la exposición era sin duda Bernard Ruiz-Picasso, nieto del pintor y de Olga y artífice del Museo de Málaga junto a su madre, Christine.

«Sin Olga, yo no estaría aquí ahora», bromeaba Bernard, que resaltó los más de tres años de trabajo que ha supuesto esta exposición «para unir las capacidades de varios comisarios y expertos en la obra de Picasso y elevar la figura» de su abuela.

Era éste un periodo bien conocido, como todos los de Picasso, pero no se conocía «la relevancia de la relación con Olga», y los documentos de ese baúl han desvelado «como una historia de amor se transforma en melancolía» por la desaparición de la familia de la bailarina durante la guerra civil rusa, añadió Bernard.

Por otro lado, la consejera de Cultura y Patrimonio Histórico, Patricia del Pozo, expresó su deseo de ver obras de Picasso «por toda Andalucía», para lo que ha comprometido «toda la colaboración» de su departamento. Del Pozo, que presentó la exposición temporal Olga Picasso, afirmó que ha transmitido esta intención «en privado» a Bernard Ruiz-Picasso. «Todo lo que funciona lo voy a reforzar y a exportar al resto de Andalucía, y el Museo Picasso es una muestra de lo mucho que se puede hacer en Andalucía y un referente para todos» destacó la consejera, que se preguntó, «por ejemplo, qué podría significar tener a Picasso un tiempo en el Bellas Artes de Sevilla».