Las tres obras programadas para el primer concierto de abono de la Orquesta de Córdoba pasaron a ser cuatro, sustituyéndose la esperada Música para cuerda, percusión y celesta de Bartók -que queda pospuesta y no suspendida- por Vistas al mar, de Eduardo Toldrá -escuchada recientemente en el ciclo de abono- y las Danzas populares rumanas, también de Bartók. El programa del concierto quedó conformado así por tres obras del siglo XX de muy diferente carácter y una del clasicismo -ninguna de ellas del gran repertorio-, que dibujaron un variado paisaje musical.

La prueba por separado a las secciones de la orquesta que constituía el programa original se malogró con el cambio de obras, pero sirvió al público para hacer una especie de recorrido por la orquesta, por partes y al completo, en el que se pudo escuchar un sonido excelente, una respuesta cargada de expresión y una concentración que auguran una temporada muy interesante.

Comenzó el concierto con la Suite Française, de Poulenc, para vientos, en la que la síntesis arcaico-moderna del autor francés brilló en una versión ligera y de sonido limpio, de divertimento, en la que el director ilustró qué tiene previsto para la sección de viento.

Posteriormente, le tocó a la sección de cuerda con Vistas al mar, que sonó empastada y atenta, construyendo imágenes entre las que destacó el segundo movimiento, Lento, grave y poético en la batuta de Domínguez-Nieto, de una intensidad penetrante en su final.

En la Danzas populares rumanas, con la orquesta al completo, el director afrontó la robustez y claridad de las breves melodías populares -sin apenas desarrollos- con un sonido preciso y perfilado, atento a modulaciones de tempo e intensidad que realzaban su sencilla y directa expresividad.

Tras la pausa, el conjunto de vientos volvió para ofrecernos la Gran Partita de Mozart en una aproximación plena de equilibrio y gracia, en la que los instrumentos se entrelazaban con gran elegancia.

Mientras escribo estas líneas, a la mañana siguiente, sigo escuchando en mi memoria su tercer movimiento, Adagio, sereno, leve y fluido, ascendiendo luminoso. Bellísimo.