Se han puesto de moda los tributos. Uno ya no sabe si Freddy Mercury realmente ha existido o si su vida ha sido un constante tributo a un personaje inventado. A Freddy Mercury le salen cada semana tantos tributos como imitadores antaño a Elvis Presley. Nada más que en Córdoba, en las últimas semanas han desfilado o se han anunciado tributos al carismático líder de Queen, a Mecano, a The Cure, a Michael Jackson (otro que ya se desconoce si las imágenes que circulan de su pasado le pertenecen o son simulaciones), a Bon Jovi, a Extremoduro o a Madonna. Conté que Charles Chaplin se presentó a un concurso de imitadores de Charlot en San Francisco y ni siquiera pasó a la final. «Si Elvis sigue vivo, ¿por qué no me ha llamado?», se preguntó un próximo al de Tupelo ante tanta invasión de guiñoles.

Manuel Martínez no necesita a nadie que le rinda tributos. Es más, es él quien rinde homenaje al rock cada vez que se sube a un escenario. Lo lleva haciendo 40 años. Es la voz de Córdoba desde que, en 1979, Medina Azahara, su banda, lanzase con CBS su primer gran álbum, Paseando por la Mezquita. Antes incluso, desde que fundó De pie en la vida, germen de la actual Medina Azahara. Y eso nadie se lo discute. Ser rockero de la vieja escuela, sin postureos, le da un punto de naturalidad que su público le ha reconocido con lealtad a lo largo de estas cuatro décadas. Es uno de los padres de lo que en los setenta se bautizó como el ‘rock andaluz’, y de ahí no se mueve ni un ápice. No necesita alterar su estilo para que sus incondicionales se lo agradezcan. No le hacen falta tributos. Él se los guisa y se los come.

El ‘Mazorca’, este apóstol del eterno rock duro, lo volvió a evidenciar anoche, esta vez sin su banda. En el Teatro Góngora, hizo un revival de sus 40 años entre guitarras eléctricas y teclados, y, lo sustantivo, presentó en directo su segundo disco en solitario: Las hojas de otoño. Han pasado nada menos que 21 años de su anterior disco sin Medina Azahara, En cuerpo y alma. Y pocos se han dado cuenta. Y es que, cuesta aislar el resultado que Manuel Martínez logra sin Medina Azahara de la banda sonora que nos vienen dejando estos incombustibles rockeros desde sus primeros punteos. «Son 40 años de lucha con Medina Azahara, un sello que me identifica mucho, pero hay canciones en las que lo he conseguido. Con los ritmos árabes, la voz suena a la de la banda, pero hay temas de este disco en los que parezco menos el Manuel Martínez del grupo», dijo a Diario CÓRDOBA el día que presentó el esqueleto de Las hojas de otoño. Incluso se hace más complicado señalar quién es quién, hasta dónde llega la influencia de Medina Azahara y hasta dónde Manuel Martínez en solitario si encima se hace acompañar de dos pesos pesados de su grupo, Manuel Ibáñez (teclados y dirección musical) y Nacho Santiago (batería), a los que en esta ocasión se han unido Adrián Phoenix (guitarra) y Álvaro Coronado (bajo). Anoche en algunos temas estuvo acompañado por las voces del Coro Góspel.

Y en estas, el ‘Mazorca’ se nos ha hecho más reivindicativo. En el tema central, Las hojas de otoño, proclama que aún queda tiempo para cambiar este mundo, y con Campos de refugiados emplea la música como altavoz para dirigir el foco hacia los asentamientos donde el universo lucha por sobrevivir en un metro cuadrado. Madre o Vencer tu miedo son historias íntimas con las que Martínez eleva también a rock lo que solo se creen capaces de hacer los poetas de la melodiosa canción protesta. El metal de Manuel Martínez fue en el Teatro Góngora denuncia, adrenalina, ese rock que tiene visado para la inmortalidad, que no caduca, que fue cayendo sobre su público como si cada canción fuera una hoja de otoño.