El imponente edificio blanco que descansa a orillas del Guadalquivir, y que tanto contrasta con el paisaje monumental cordobés, nació para convertirse en un lugar de referencia local, autonómica e incluso nacional en lo que a residencias artísticas se refiere. Su niñez, sin embargo, estuvo más enfocada a exposiciones, talleres y actividades artísticas de la más diversa índole. Ahora que cuatro creadores internacionales desarrollan sus investigaciones entre sus altos muros, el Centro de Creación Contemporánea de Andalucía (C3A) se adentra en la adolescencia con un rumbo mucho más definido.

Aniara Rodado, Laura Morales Dávila, Pedro Soler y Daniela Moreno son los primeros artistas contemporáneos que dan vida a los laboratorios del centro con motivo de Aabas, el simposio de arte, agricultura, biodiversidad, alimentación y salud dirigido por la residencia artística La Fragua que acoge el C3A en colaboración con la delegación de Cultura.

Aabas surge como respuesta a la «crisis ecológica y social que nos asola», y sobre la que se pretende dar una llamada de atención a la comunidad artística y a la ciudadanía. Para ello, se han programado unas jornadas en las que distintos especialistas de los ámbitos de la geografía, la sociología, la medicina, el activismo ecológico, la agricultura y el arte expondrán sus reflexiones críticas al respecto.

Los curiosos que se acerquen a estas actividades encontrarán respuestas a cuestiones planteadas en torno a la ecología local y global, desde el motivo por el que en el Valle del Guadalquivir se siembran semillas que no son de la tierra hasta «la responsabilidad que tenemos los consumidores en la legitimación de la crisis ecológica». Un desequilibrio provocado, sobre todo, por el colapso del antropoceno, o concepción según la cual el hombre es el centro determinante de la vida en la tierra.

El director de la residencia artística La Fragua, Javier Orcaray, pensó que los primeros artistas residentes del C3A debían investigar en contra de ese antropocentrismo, y decidió contactar con creadores cuya trayectoria artística fuera en consonancia con el espíritu de La Fragua de conjugar el arte contemporáneo con el medio rural. De este modo, si el visitante se adentra en los laboratorios del centro, encontrará a Pedro Soler y Daniela Moreno cortando pimientos o envasando chucrut natural al mismo tiempo que reflexionan sobre las relaciones entre las verduras y los pueblos que las han cultivado. Ambos son conscientes de que este tipo de proyectos nacen «a espaldas de la ciudadanía para generar un atractivo turístico que dé estatus a la ciudad», pero agradecen la oportunidad que supone de ir «rompiendo esquemas a través del arte». En frente de ellos, Laura Morales Dávila ensaya una performance inspirada en el devenir del río Guadalquivir y los cambios que sufre debido a la contaminación. La bailarina reconoce que le gustaría ver estos centros de arte «más vivos», aunque admite la comodidad de tener un espacio propio de trabajo, por la «dificultad para encontrarlo en Andalucía». Al fondo de la amplia sala, Aniara Rodado se sumerge en su investigación sobre los movimientos del eucalipto y la ruda. La artista percibe que un centro «tan imponente» asusta a la ciudad y echa en falta «una mayor conexión entre ambos». Quizá estas carencias se solventen cuando el centro alcance la madurez.