¿Qué pensaría un antiguo egipcio si viera su cuerpo momificado hoy expuesto en un museo o manipulado y desvendado por sus descubridores para desvelar sus secretos? El debate ético sobre el respeto a los cuerpos de los difuntos está vivo entre los arqueólogos y científicos, admite el egiptólogo y experto en momias Oliver Gauert. «Hay quien dice que son objetos y que todo vale para estudiarlos. Otros, que no se puede tocar ninguna momia porque son personas. Yo también creo que eran personas y que tienen todo el derecho a que se trate sus cuerpos con respeto -considera-. Pero asimismo opino que como no podemos preguntar a esos difuntos podemos tratar de imaginar cuál habría sido su deseo y usar para ello nuestros conocimientos de su sociedad de origen».

Y pone ejemplos. «Lo más importante es tratar las momias con dignidad, no como objetos sino como sujetos. Los egipcios momificaban a sus muertos para evitar que fueran olvidados y si exploramos las momias, contamos su biografía y repetimos su nombre, perpetuamos su figura y hacemos exactamente lo que ellos querían lograr, esa inmortalidad», explica, puntualizando que debe hacerse con técnicas no invasivas.

«En la cultura inca de Perú -continúa- no escondían sus momias en tumbas, sino que las tenían en casa y las exhibían en las calles porque creían que debían participar del mundo de los vivos. Si pudiéramos preguntarle a un inca creo que diría ‘exponme, no quiero ser olvidado’».

En cambio, en Nueva Zelanda es al revés. «En el siglo XVIII y principios del XIX hubo mucha demanda de cabezas momificadas como trofeo por parte de europeos, sobre todo coleccionistas ingleses, que llegaron a tener hasta 20 o 30. Mataban a gente para obtenerlas y venderlas. Evidentemente, esas víctimas no deseaban ese final. Y lógicamente, sus descendientes reclaman que no sean expuestas y sean devueltas a Nueva Zelanda».

Los católicos, concluye Gauert, no son muy partidarios de que se moleste a sus muertos. Pero está el caso de unas momias en una cripta de una iglesia en Hungría, en la ciudad de Vác, muy bien conservadas por las condiciones ambientales. «Se descubrió que habían muerto de tuberculosis y se halló el diario de uno de ellos, un profesor que escribió que le habría gustado poder hacer cualquier cosa para evitar a otras personas la agonía de aquella muerte horrible que él estaba sufriendo».

Hoy, celebra, las modernas técnicas científicas no invasivas ya no ponen en peligro las momias. «Ya no abrimos o cortamos una momia como se hizo durante años. Por eso la mayoría están destruidas. Ahora usamos tomografías computerizadas (TC), la técnica de la estereotaxia o incluso la holografía, que permiten prácticamente hacer una autopsia sin tocar la momia, ver cada órgano, la musculatura, los huesos, las arterias y venas…» Han sobrevivido miles de años: «Debemos conservarlas».