Sí, allí se puede comprar un felpudo de Star Wars, una taza de Juego de Tronos o un Mazinger Z de dos metros, pero el cómic en papel, con sus hojas llenas de viñetas, es el centro de todo, el núcleo de Norma Cómics, la veterana tienda barcelonesa ganadora del Eisner -oscar del sector- a la mejor librería del mundo 2018, informa Efe.

«Es un premio que no se otorga a la tienda más grande, ni a la que tiene más merchandising. Has de justificar que persigues la excelencia, por el surtido de productos disponibles, que trabajas para todo tipo de lectores», explica a Efe Óscar Valiente, director de Norma Cómics. Porque esta librería, remarca Valiente -donde él mismo comenzó como dependiente cuando era un fanzinero- no es un solo un contenedor de volúmenes ni un bazar de muñequitos, sino un espacio para los amantes del cómic, del americano, del europeo y del manga, las tres patas de su fondo de armario.

Más allá de ofrecer 23.000 artículos diferentes, de sus 1.000 metros cuadrados repartidos en dos plantas, este establecimiento ha visto reconocido además el mimo a su escaparatismo, el uso de las nuevas tecnologías, la formación del personal o la relación que mantiene con autores y divulgadores.

«La suma de todo ello es lo que hace ser merecedor del premio», resume Valiente, sorprendido aún del galardón que se hizo público la semana pasada en la Cómic-Con de San Diego, principal cita del sector del ocio popular, aunque, en el fondo, deje entrever que, por trayectoria, el jurado no ha errado con su fallo. La librería barcelonesa es la segunda española que recibe este premio, tras la madrileña Akira, en 2012.

Hace 35 años

Norma Cómics levantó la persiana hace 35 años en la misma ubicación: el número 9 del Paseo Sant Joan. Entonces, Rafa Martínez, su impulsor (también de la editorial homónima), solo contaba con una cuarta parte de la superficie actual. Al fin y al cabo, el cómic parecía un asunto de niños, adolescentes y frikis y las novedades que se publicaban en castellano no eran tan numerosas como para llenar todas las estanterías, ni contaba el «prestigio social» que vendría con las bautizadas «novelas gráficas».

Norma supuso una explosión de nuevas tiendas en ese entorno (Gigamesh fue la siguiente) cercana al Arc de Triomf. A partir de ahí surgieron otras, delimitando un triángulo bizarro «donde siempre se ha dado la bienvenida a cualquier librería o comercio afín que se instalé alrededor porque, al final, somos complementarios y se ha convertido en un lugar de peregrinaje para los amantes de la cultura popular», resume Valiente.

Al entrar en Norma, sobre todo si uno es profano, lo que atrapa las mirada desde las estanterías son los llamados «productos derivados» de merchandaising (recientemente vendieron una figura de Star Wars por más de 9.000 euros), corners dedicados a Tintin o Harry Potter, entre otros.