Los Premios Nobel de este año tenían que ser la oportunidad para cerrar definitivamente la crisis vivida por la Academia Sueca -que da el de Literatura-, pero su concesión al austríaco Peter Handke, ha vuelto a encender la polémica por la postura proserbia del escritor durante las guerras de los Balcanes. La Academia apenas se ha recuperado del duro proceso vivido en el 2018, cuando dejó en suspenso el galardón -este año se han concedido dos- tras el escándalo de abusos sexuales y filtraciones que afectó en 2017 a un personaje próximo a la institución. El pasado octubre se anunciaron dos premios de Literatura: el del 2018 para la polaca Olga Tokarczuk, y Handke como laureado de este año «por un trabajo influyente que con ingenio lingüístico ha explorado la periferia y la especificidad de la experiencia humana», según el fallo.

Más allá de los méritos literarios de Handke, el premio revive las polémicas que le han rodeado desde los años noventa por su defensa de los serbios durante las guerras de los Balcanes y del autoritario presidente serbio Slobodan Milosevic, fallecido mientras era juzgado por crímenes de guerra, a cuyo funeral asistió.

Mientras en Serbia se felicitó al nuevo nobel, las críticas arreciaron desde Bosnia, Kosovo y Croacia, que le acusan de negar el genocidio de Srebrenica (1995) y víctimas de aquel episodio han anunciado protestas en Estocolmo el día 10, cuando se entregan los premios. Ante el revuelo, la Academia Sueca salió en defensa del autor de La tarde de un escritor con un artículo en la prensa. Sin embargo, esta semana un miembro del comité del Premio Nobel de Literatura presentó su renuncia, al considerar que el galardón ha sido interpretado, dentro y fuera de la Academia, como «una toma de posición que coloca la literatura por encima de la política», una «ideología» que no es la suya.