G anadora de cuatro galardones --más concretamente, Biznagas-- en la última edición del Festival de Cine (en) Español de Málaga, esta ópera prima del realizador (hasta ahora de cortometrajes y publicidad) Lino Escalera nos enfrenta a la dura y triste realidad que viven dos hermanas, muy diferentes en cuanto a forma de ser y modos de afrontar lo que se les viene encima cuando toman conciencia del estado de salud del padre, abocado a lo peor. Drama narrado con crudeza, sobriedad, sin concesiones a la galería, con un discurso narrativo constantemente interrumpido por fundidos a negro, escrito por el propio director y Pablo Remón (guionista de Casual Day , 5 metros cuadrados, El perdido y dramaturgo con 40 años de paz), que saben extraer lo fundamental de cada una de las situaciones creadas a partir de conocer la mala noticia que trastoca los elementos de esta familia, un tanto desmembrada y donde la incomunicación ejerce su autoridad.

Los tres intérpretes están inmensos: Juan Diego, desde que aparece en escena es un enfermo terminal apagado y con brotes de humor en los peores momentos de su vida; Lola Dueñas es la hija realista y vencida por los fracasos del día a día, que sueña con ser actriz pero su conformismo no la ayuda demasiado; Nathalie Poza vive alejada de su familia como ejecutiva agresiva y demasiado perdida en un viaje de autodestrucción y caos, capaz de raptar al padre para llevarlo de viaje desde Almería hasta Barcelona buscando el mejor hospital. Algo de road movie hay también en esta película --un tanto deprimente-- por lo de viaje geográfico y de autoconocimiento que viven padre e hija después de tantos años alejados, física y mentalmente, para acabar encontrándose a ellos mismos en la barra de un bar de carretera delante de un gin tonic que les salve de esa brecha que hay entre ambos, antes de la despedida que no son capaces de tener.